Mujer y deporte: el reto de que nos vean a nosotras y no busquen al hombre que hay detrás

En esta semana en la que todos se esfuerzan en demostrar lo que, a menudo, obvian y olvidan el resto del año, que las mujeres somos fundamentales para mover el mundo, no seré yo quien se aparte de la línea y deje de recordarlo una vez más.

Aunque no me gusten los días “dedicados a” -en el fondo, señalan la excepción y no la norma-, tendría poco sentido no hacerlo en un blog dedicado exclusivamente a mujeres deportistas.

Si quisiera desmarcarme, podría hablar, por ejemplo, de los hombres que, desde su posición de más o menos privilegio, han contribuido y contribuyen a que las mujeres lo tengamos un poco menos complicado cuando queremos avanzar en terrenos que, en general, ellos siguen considerando suyos. Pero no lo haré. Con mayor o menor mérito, la visibilidad masculina está asegurada. No necesitan que les regalemos más.

Recuerdo, por ejemplo, la cantidad de notas y entrevistas que los y las periodistas le hicimos al entrenador de Carolina Marín en los primeros años de explosión de la deportista onubense. Sin beber de tradición alguna, ella se erigía en la reina mundial del bádminton, pero el mérito parecía todo de Fernando Rivas, el hombre que dirige su preparación desde los inicios.

No es el único caso, claro. El deporte es uno de los ámbitos más resistentes a la igualdad de géneros, por más que los hombres digan lo contrario.

Piense, si no, cuántas veces ha visto el nombre de la nadadora Mireia Belmonte asociado al de Fred Vergnoux, su controvertido entrenador. O el de la ex saltadora Ruth Beitia, al de Ramón Torralbo.

Torralbo, justo es decirlo, siempre ha rehuido cualquier tipo de protagonismo. Y Beitia ha sido la primera en otorgárselo, no sin razón. Pero eso no debería hacernos olvidar que quien saltó por encima de un listón situado a 1,97 metros para conquistar el oro olímpico en Río 2016 fue ella. Nadie más.

Hay muchos otros ejemplos. Los éxitos de la selección femenina de baloncesto se atribuyen al buen hacer desde el banco de Lucas Mondelo. El hombre tiene su mérito, por supuesto. Pero ¿por qué los de la masculina se los atribuimos, principalmente, a los jugadores, se llamen Pau o Marc Gasol, Ricky Rubio o Juan Carlos Navarro?

Jorge Vilda, el técnico de la selección femenina de fútbol, se llevó no pocos titulares en el pasado Mundial de Francia, cuando sus pupilas se clasificaron, por primera vez en la historia, para los octavos de final. Y así podríamos seguir y seguir.

Las mujeres hemos conquistado un espacio cada vez más amplio en la primera línea deportiva. Pero seguimos siendo absolutamente minoritarias en la segunda y en la tercera. Apenas hay entrenadoras, preparadoras físicas, ojeadoras, fisioterapeutas o responsables de los servicios médicos. Esos puestos siguen estando mayoritariamente en manos de hombres, también en los equipos femeninos.

Salvo en contadas excepciones -la todopoderosa selección femenina de fútbol de los Estados Unidos tuvo a una entrenadora en los dos últimos Mundiales que conquistó-, ésa es todavía una barrera muy difícil de franquear para las mujeres.

Las (pocas) que lo consiguen, a menudo, tienen que aguantar descalificaciones siempre relacionadas con el género. Pienso, por ejemplo, en Carme Lluveras, la única mujer que, en España, fue entrenadora ayudante en un equipo masculino de baloncesto de primer nivel: en Unicaja, cuando Sergio Scariolo estaba al mando del conjunto malagueño.

Lo hizo tan bien o tan mal como cualquier hombre. Pero le fue imposible mantenerse en el cargo, ni que decir progresar.

El progreso femenino, sin embargo, es espectacular cuando a las mujeres nos dan la oportunidad. En el caso español, la estadística es elocuente: al menos la mitad de las medallas conquistadas por España en las dos últimas ediciones de los Juegos Olímpicos fueron femeninas.

Si en Barcelona 92, los Juegos del despegue del deporte español, las mujeres lograron 8 de las 22 preseas de la delegación local, en Londres 2012, las deportistas firmaron 12 de las 20 logradas. Tres de ellas fueron oros. Los hombres sólo añadieron uno más.

Algo más de dos décadas de una inversión que está lejos de acercarse a la que hacen las potencias mundiales han dado frutos incluso superiores a lo que se podría esperar.

En Río 2016, el balance fue similar al de Londres. De las 17 medallas que se colgó la delegación española, nueve tuvieron la rúbrica femenina que también llevaron cuatro de sus siete oros.

Ahora, a poco más de cuatro meses para que se disputen los Juegos de Tokio, coronavirus mediante, las previsiones apuntan a que las mujeres seguirán siendo protagonistas principales en los éxitos del deporte español.

Eso, pese a las aún escasas ayudas e incentivos que siguen teniendo ellas. “Conseguir un patrocinador me resulta imposible”, me decía esta misma semana una deportista olímpica, vigente campeona de Europa de su especialidad. Sobrevive con una beca ADO -las que obtienen los deportistas olímpicos- y eso la mantiene en la lucha con mujeres de otros países que cuentan con muchos más medios.

Lara Fernández disputará hoy mismo, en Londres, el título mundial de muay thai de -50,8 kg. Lo hará sin ningún tipo de ayuda de los organismos deportivos españoles, pese a que es la vigente campeona española de la especialidad -53 kg y la campeona mundial de K1 -59 kg.

El muay thai y el K1 no están en el programa olímpico. La joven ha llegado a la élite por sus propios medios, costeándose todos los gastos con trabajos precarios. Los títulos apenas le han reportado un par de recientes patrocinadores, que ahora le hacen el camino un poco menos costoso.

Podría hablar también de futbolistas que juegan en la Primera Iberdrola, la primera división española, y apenas llegan a los 300 euros de salario mensual. O de cómo las futbolistas estadounidenses, tetracampeonas mundiales, siguen peleando en los juzgados por tener los mismos premios que sus colegas masculinos, que nunca ganaron nada a nivel internacional. Demandaron a la Federación estadounidense de fútbol por discriminación por razón de género y esperan sentencia después de varias promesas incumplidas. También de la mayoría de deportistas profesionales trabajan al máximo nivel sin la protección de un convenio laboral.

No olvidemos esto y muchas y muchas otras cosas que vivimos a diario cuando hoy, mientras millones de mujeres de todo el mundo salgamos a manifestarnos en las calles, algunos nos califiquen de feminazis, proclamen que odiamos a los hombres y que nos quejamos por gusto. Ojalá un día nos quejemos sólo por gusto. De momento, tenemos motivos de más.

* Ph foto portada: Twitter Lara Fernández

Liga femenina de fútbol: convenio laboral histórico, situación paradójica

Costó 502 días y 29 reuniones. Pero, al fin, las futbolistas de la liga española lograron su convenio laboral. Para las mujeres, es el primero en la historia de este deporte en todo el mundo. El dato habla por sí solo.

Y sería absurdo pensar que no es un paso adelante. Lo es. Aunque tenga algunos peros. Y llegue en medio de una paradoja: la creciente dificultad para ver partidos femeninos por televisión.

La guerra por los derechos televisivos que antes afectó a la liga masculina se ha desatado también en la competición femenina en cuanto ésta ha olido a negocio.

Eso es lo que realmente mueve a algunos estamentos, clubes y, por supuesto, empresas audiovisuales. Para ellos, contribuir a la igualdad en el deporte y a que las mujeres sean tratadas como profesionales es un objetivo menor.

Aun así, no dejemos que los negociantes nos jodan la fiesta. A partir de esta semana y con efecto retroactivo hasta el 1 de julio de 2019, las futbolistas de la Primera Iberdrola contarán con unas condiciones laborales que las sitúan en el camino de la plena profesionalidad.

“El convenio es sólo la primera piedra de un proyecto próspero para el fútbol femenino”, afirmó Ainhoa Tirapu, jugadora del Athletic Club y portavoz de las futbolistas en este conflicto.

“El convenio es fruto del coraje, la humildad y valentía de jugadoras”, destacó David Aganzo, presidente de Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), el sindicato mayoritario.

El documento firmado tras el intento fallido de enero asegura un salario mínimo de 16.000 euros a las futbolistas que trabajen a jornada completa. Y un 75 por ciento de esa cantidad, es decir, 12.000 euros, a las que lo hacen de manera parcial. Estas últimas ganan un 25 por ciento más de lo que percibían hasta ahora.

Estas cifras, que algunos clubes calificaron de inasumibles meses atrás, se convirtieron  en asumibles cuando Mediapro garantizó 100.000 euros anuales a 11 de los 16 clubes que componen la Primera Iberdrola.

La productora compró con ese dinero (1,1 millones anuales) los derechos televisivos de esos clubes para la liga y la Copa de la Reina, así como la publicidad estática de sus canchas. Sigue sin poseer los de Barcelona, Athletic Club, Tacón y Madrid C.F.F. El Sevilla negocia los suyos por su cuenta.

Así se explica que este fin de semana, por ejemplo, la hinchada no pueda ver por televisión los duelos que disputan algunos de los mejores equipos de la liga (Logroño vs Barcelona, Betis vs Athletic Club hoy y Levante vs Tacón y Madrid C.F.F vs Atlético mañana), cuando ésta encara su recta final.

Es un absurdo que sólo explican los intereses económicos de quienes manejan el dinero. Mediapro intenta presionar a los clubes que van por libre para que acaben subiéndose a su carro. Y no le importa si, en esa batalla, perjudica la visibilidad de liga femenina y a los fans.

¿Es un contrasentido? Parece. El interés por la competición femenina aumentó tras el pasado Mundial de Francia porque los fans pudieron ver los partidos por televisión. Los televidentes revalorizaron el producto. Y eso benefició a quienes habían invertido previamente para venderlo durante el torneo.

Sucede que, sin papel ni voz en ellas, las mujeres son también víctimas de las guerras intestinas del fútbol español. La que libran LaLiga y la Federación Española de Fútbol (RFEF) es infinita y ha salpicado la negociación de este histórico convenio.

La Federación ha acabado por no pintar nada en el acuerdo final, después de haber irrumpido en diciembre en la negociación para intentar desencallarla con más dinero.

Frente a los 100.000 finalmente acordados, el organismo presidido por Luis Rubiales ofreció 600.000 euros anuales a los clubes de la Primera Iberdrola y, con cantidades menores, propuso incluir en el acuerdo a los equipos de la Reto Iberdrola, la segunda división. A cambio, la RFEF vendería la liga femenina en las plataformas audiovisuales de su elección.

Sin apenas razonar los motivos, ni los clubes ni los sindicatos de futbolistas (AFE y Futbolistas ON) se decantaron por la propuesta de la Federación, aparentemente más ventajosa.

La firmada, primero sin focos y después con toda la pompa en el Congreso de los Diputados, establece también una jornada laboral de 35 horas semanales sin contar las concentraciones ni los desplazamientos. Además, reconoce un descanso semanal mínimo de un día y medio continuado.

Respecto a la maternidad, uno de los caballos de batalla del conflicto, el acuerdo garantiza ayudas a las futbolistas que sean madre durante su carrera, así como la renovación automática por sus clubes si se quedan embarazadas.

En un contexto aún generalizado de penalización del embarazo y de la maternidad, éste es un avance que debería extrapolarse a otras disciplinas deportivas.

Como las trabajadoras de otros ámbitos, las futbolistas tendrán a partir de ahora 30 días de vacaciones, 21 de ellos consecutivos. Y, entre el 23 de diciembre y el 3 de enero, no habrá competición.

El convenio también contempla la cobertura del 100 por cien del salario de las futbolistas en caso de baja por enfermedad o de incapacidad temporal por lesión.

Sobre los derechos de imagen que tantos ingresos reportan a algunos de sus colegas masculinos, el acuerdo da libertad a los clubes para regularlos, si bien establece que, si son explotados, deberán compensar económicamente a las jugadoras.

“El deporte es una vía de integración social, de desarrollo de relaciones humanas y es especialmente efectivo para la plena inclusión. El impulso a las mujeres es fundamental para la cohesión social y la cultura porque la brecha entre mujeres y hombres se mantiene en toda su expresión en el deporte”, destacó la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, sobre este convenio “de carácter pionero”.

“Es una celebración y un paso adelante en materia de igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Queremos una sociedad educada en la igualdad porque queda mucho por hacer”, añadió la dirigente política.

Coincido. ¿Alguien imagina que no se retransmitieran los partidos de los mejores equipos de la liga masculina? Ni una fecha duraría el boicot-presión.

* Ph foto: Congreso de los Diputados

Las mujeres del baloncesto español prolongan la época dorada de una selección referente para otros deportes

La selección española de baloncesto prolongó su fenomenal racha días atrás al sellar el billete para sus quintos Juegos Olímpicos, los segundos consecutivos.

Aclaración: me refiero a la selección femenina. Los logros del combinado masculino son tantos que, a menudo, opacan los del equipo dirigido por Lucas Mondelo, que no son pocos.

Con menos recursos y menos posibilidades de que sus jugadoras se midan constantemente con las mejores rivales, la selección femenina ha conquistado 13 medallas en 18 campeonatos, las siete últimas de manera consecutiva.

A saber: oro europeo en 2013, plata mundial en 2014, bronce europeo en 2015, plata olímpica en 2016, oro europeo en 2017, bronce mundial en 2018 y oro europeo en 2019.

Son conquistas mayores, casi a la altura de las de la generación de oro del baloncesto masculino que, justo es decirlo, añade el plus de ser tres veces subcampeona olímpica y bicampeona mundial. Y han servido para que las mujeres que juegan al balonmano, al voleibol o al fútbol también quisieran triunfar como las de  la selección femenina de baloncesto.

En el baloncesto femenino, Estados Unidos sigue siendo un rival prácticamente imbatible: suma 10 medallas en las 11 ediciones de los Juegos Olímpicos en las que hubo torneo femenino de baloncesto, ocho oros, una plata y un bronce. La única vez en la que las estadounidenses no se subieron al pódium, en Moscú 1980, fue, simplemente, porque no participaron.

El aplastante dominio de las norteamericanas redimensiona los éxitos de la selección española, cuyo primer oro continental se remonta a 1993. Las protagonistas de aquella conquista (Blanca Ares, Marina Ferragut, Betty Cebrián, Ana Belén Álvaro, Wonny Geuer, entre otras) fueron un referente para sus sucesoras, que, sin embargo, tardaron ocho largos años en subirse de nuevo al pódium. Fue en el Europeo de Francia 2001 y se colgaron un bronce.

Aquél fue el primero de una serie de tres en el campeonato continental, que no hizo sino confirmar que también las baloncestistas españolas vivían su época dorada. Un poco más tardía que la de los hombres que, como sucede en casi todos los deportes, les llevaban años y años de ventaja en el juego de encestar.

De aquella etapa permanecen aún en el recuerdo nombres memorables como el Amaya Valdemoro, la jugadora que más puntos ha anotado en la historia de la selección (2.743) y la mujer que más elevó el listón del baloncesto nacional.

Su marcha a la NBA femeninala WNBA– y sus tres anillos de campeona consecutivos con Houston Comets no sólo la convirtieron en la única baloncestista -hombre o mujer- en firmar semejante logro, sino que sirvieron para que otras mujeres quisieran emularla y creyeran en su capacidad para batirse con las mejores del mundo.

A esa misma estirpe pertenece la incombustible Laia Palau. A sus 40 años y con casi 300 internacionalidades en sus piernas -la que más-, capitanea la selección española con la sabiduría de la veterana que es pero la ilusión y las ganas de una novata.

No jugó en la WNBA porque prefirió permanecer en Europa. Y aquí sigue, en el Uni Girona, sentando cátedra en la liga española y en la Euroliga.

Ganadora de 12 medallas con España -una más de las que tiene el admirado Pau Gasol-, la base catalana ha sido y sigue siendo el espejo en el que se miran muchas jóvenes. Algunas, como Maite Cazorla y Paula Ginzo, comparten ahora selección con ella. Cazorla nació el año en el que Palau debutó como profesional: 1997. Ginzo tal vez ni siquiera era proyecto: vino al mundo un año después.

“Yo podría ser la madre de muchas de ellas”, repite desde hace un tiempo Palau.

Ella no es madre de nadie y, cuando se le ha preguntado por la compatibilidad del baloncesto y la maternidad, ha ilustrado la compleja realidad: “Con nosotras no es compatible. Bueno, lo es, pero sabes que pierdes un año como mínimo. Y no sabes ni en qué estado vas a volver ni si te van a querer fichar”, afirmó en eldiario.es.

Esa renuncia -no siempre deseada- habla también de los muchos obstáculos que las deportistas deben salvar para intentar ser profesionales en un ámbito que, a menudo, les exige rendir como tales mientras les escatima los recursos para que sea así.

La liga española de baloncesto -ahora Liga Día– ha visto desaparecer equipos tan ilustres como el Ros Casares, ganador de 22 títulos en 13 años. Muchas jugadoras han tenido que emigrar a otras ligas para encontrar salarios y proyectos deportivos acordes a su nivel. La liga femenina tampoco tiene convenio laboral y, de las 12 baloncestistas que integraron la selección en el último Europeo, seis juegan fuera de España.

“Invertir en baloncesto femenino nunca ha sido una prioridad aquí. El baloncesto femenino nunca ha sido un producto bien tratado”, afirmó Palau en una entrevista concedida al programa de televisión El Intermedio.

“Ya sé que no generamos lo mismo, pero no sabemos cuánto generaríamos si los medios nos pusierais en el escaparate como al baloncesto masculino”, añadió.

Para no irnos demasiado atrás, sólo hay que comparar el espacio que medios y redes sociales dedicaron al anillo de la NBA conquistado por Marc Gasol en 2019 y el que le dieron a Anna Cruz cuando en 2015 se proclamó campeona de la WNBA.

¿Y qué decir de los salarios? Palau estimó que el suyo debe de ser unas 30 veces inferior al que cobran algunos compañeros de su nivel en sus clubes. Ni qué decir tiene que jugadores que están por debajo de lo que Palau representa también cobran mucho más que ella.

Hay una excepción: la selección. En un paso adelante hacia la igualdad, la Federación española equiparó los sueldos de las jugadoras a los de los jugadores.

Pero se olvidó de algo: hacer que en las camisetas de la selección que se venden en las tiendas también aparezcan los nombres de ellas.

* Ph Foto: FEB

La primera Supercopa femenina, una buena noticia en un mal contexto

Que Barcelona y Real Sociedad disputen mañana la final de la primera Supercopa femenina en la historia del fútbol español es una buena noticia que celebro.

Pendiente aún del prometido y postergado primer convenio laboral, la competición femenina gana un torneo con un formato que gusta a los fans: la final a cuatro. Es el que se usa, por ejemplo, en la Copa del Rey de baloncesto con éxito rotundo. Un puñado de partidos concentrados en pocos días entre los mejores equipos.

Lo son Barcelona y Real Sociedad y también Atlético de Madrid y Levante, los otros dos protagonistas de las semifinales. El Atlético, vigente campeón de la Liga y subcampeón de la Copa de la Reina, cayó ante las azulgrana (3-2). El Levante, poseedor de seis Copas de la Reina, sucumbió ante las vascas (1-0), últimas ganadoras del trofeo real.

Hasta ahí, todo bien. El pero viene cuando nos fijamos en el número de espectadores que acudieron al Helmántico de Salamanca para presenciar estos encuentros: 3.244 en el Levante-Real, 7.077 en el Barcelona-Atlético. Ni siquiera sumados llenarían el estadio salmantino, cuya capacidad supera ligeramente los 17.000.

En marzo de 2019, el choque liguero entre Atlético y Barcelona congregó a 60.739 fans en el Wanda Metropolitano. ¿Qué fue del boom del llamado fútbol femenino?

¿Qué fue de toda esa hinchada que batió el récord de asistencia a un partido femenino entre equipos?

Se da por descontado que una parte era pasajera u ocasional. Rojiblancas y azulgrana se jugaban el título de liga y eso siempre es buen reclamo. El choque, además, había sido ampliamente publicitado y el Atlético, en una decisión inteligente, había optado por que su equipo femenino jugase en el mismo escenario en el que lo hace el masculino.

Esa cifra no se ha repetido en lo que va de la presente campaña. Pero el duelo entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona disputado el pasado 5 de enero congregó a algo más de 32.000 espectadores en San Mamés. Es un buen número. Probablemente, el que podríamos esperar en partidos entre los mejores equipos de la Primera Iberdrola, si los estadios donde juegan tuvieran semejante capacidad.

No es el caso del Barcelona. Desde esta temporada, las catalanas disputan sus partidos como local en el Estadio Johan Cruyff. Caben 6.000 espectadores, menos de la mitad de los que cabían en el viejo Mini Estadi, su casa hasta la pasada campaña.

Tampoco el del Atlético: se mudó el pasado septiembre al Centro Deportivo Wanda de Alcalá de Henares, que tiene 2.700 butacas. Ni el del Athletic, que habitualmente juega sus partidos de casa en Lezama, donde entran 3.250 espectadores. La Real Sociedad tampoco es una excepción: las instalaciones de Zubieta tienen capacidad para 2.500 gargantas.

Los números hablan. Y nos permiten concluir que las competiciones femeninas de fútbol están aún muy lejos de atraer la atención continuada del gran público. Tienen picos muy marcados en algunos grandes encuentros y, especialmente, cuando los medios de comunicación y los organizadores los publicitan lo suficiente.

No creo que haya sido el caso de esta primera Supercopa que, además, ha tenido otros factores en contra. La Federación española de fútbol (RFEF) decidió que las semifinales se disputaran en días laborables (miércoles y jueves), a las ocho de la tarde, y en Salamanca, una ciudad cuyo equipo femenino milita en Primera Nacional, la tercera categoría de las competiciones femeninas.

Los partidos coincidieron, además, con los cuartos de final de la Copa del Rey masculina, un torneo organizado también por la RFEF y absolutamente consolidado entre la hinchada futbolera.

La espectacular semifinal entre el Atlético y el Barcelona se empezó a jugar cuando, a poco más de 200 kilómetros de distancia, el Real Madrid intentaba infructuosamente sobrevivir en el torneo del KO frente a la Real Sociedad. Minutos después de que las azulgrana doblegaran a las rojiblancas, el Barcelona saltaba al verde de San Mamés en busca de un pase a semifinales que no logró.

Presencialmente o por televisión, los competidores con los que tuvo que luchar eran demasiado potentes.

Mañana, la final entre Barcelona y Real Sociedad se retransmitirá en abierto por Teledeporte. Se disputará a las 12 del mediodía y sólo coincidirá con el Espanyol-Mallorca de LaLiga.

El duelo promete ser de lo más interesante. Se miden el vigente campeón de Copa y el subcampeón de la Liga de Campeones y líder aventajado de la Primera Iberdrola. ¿Demostrará la hinchada que el fútbol femenino es un deporte en constante alza? Eso está por ver.

* Ph foto: FC Barcelona

Las futbolistas de la liga española estrenan 2020 sin convenio colectivo ni visibilidad

Sin convenio colectivo ni visibilidad. Ayer, el día en el que Atlético de Madrid y Barcelona disputaron el clásico de la liga femenina de fútbol, las jugadoras midieron sus fuerzas sin la protección del prometido convenio laboral y sin una sola cadena de televisión que retransmitiera el choque, el más esperado de la temporada.

¿En dónde quedó aquello de caminar hacia la igualdad? ¿En el cajón de los intereses económicos de quienes manejan los hilos del negocio del fútbol?

En cuestión de días, todo lo que aparentemente se había avanzado en 2019 en la lucha de las futbolistas por tener unas condiciones de trabajo dignas ha quedado en el limbo, sin que nadie se haya dignado a aclarar por qué.

“Este lunes habíamos sido convocadas en Madrid para vivir un día histórico, pero nos hemos encontrado incertidumbre. No sabemos qué pasa, es la realidad”, lamentó la futbolista del Athletic de Bilbao Ainhoa Tirapu el pasado lunes.

“Pasa el tiempo y se pierden derechos laborales, algo que no nos podemos permitir. Nos sentimos ninguneadas. No queremos llegar a ese punto, a la huelga, pero esto no se puede alargar más”, añadió en un rueda de prensa que estaba prevista con otro fin.

Ese día, 20 de enero, las representantes de las futbolistas de la Primera Iberdrola deberían haber festejado la firma de un convenio laboral que apenas tiene precedentes en el deporte español -el baloncesto lo tuvo durante un tiempo y enseguida quedó sin efecto- ni en el europeo.

Después de 13 meses de negociación, con una breve huelga de por medio, los diferentes actores habían acordado los términos del documento a finales del pasado diciembre y se habían emplazado al 15 de enero para rubricarlo definitivamente.

Para paliar las dificultades económicas esgrimidas por algunos clubes para oponerse al acuerdo, la Federación española de fútbol (RFEF) se había comprometido a incluir a los equipos femeninos en el Programa Élite. Eso permitiría que los conjuntos de la Primera Iberdrola recibieran 500.000 euros anuales y los de la Liga Reto, la segunda división, 100.000.

Llegó el 15 y, sin que quedara claro el motivo, la firma se trasladó al 20. Supuestamente, la rúbrica debía estamparse en un acto por todo lo alto y no habían tenido tiempo suficiente para preparar tanta pompa…

Cinco días después, el lunes pasado, todo parecía listo. Protagonistas, medios de comunicación e hinchas esperaban la foto de la histórica firma. Pero ésta demoraba. Y demoraba. Y cuando llegó el anuncio, lo que se comunicó fue un nuevo aplazamiento sine die del esperado acuerdo.

“Tras los comunicados emitidos por la ACFF y la RFEF, esperábamos que este 20 de enero fuera un día histórico con la firma del convenio colectivo, un día importante para la igualdad, pero no ha podido ser”, afirmó David Aganzo, presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), el sindicato mayoritario.

“Todos nos preguntamos, ¿por qué?”, prosiguió.

La RFEF enmudeció. No dedicó ni uno solo de sus ocho tuits de ese día al fiasco de la firma. Habló de designaciones arbitrales, de fútbol sala y hasta de un curso de formación de porteros… Quizás necesitaba más tiempo para pensar qué iba a decir.

Pero no. Al día siguiente, ni emitió un comunicado ni tuvo a bien pronunciarse sobre el asunto en ninguna de las  26 ocasiones en las que tuiteó.

Es, sin embargo, la misma Federación que para llevar la Supercopa (masculina) de España a Arabia Saudita esgrimió como argumento de peso el avance que ese partido iba a representar para la libertad de las mujeres de aquel país.

La Primera Iberdrola, como acostumbra, tampoco abrió la boca al respecto. En una postura de lo más extraña y cuestionable, los organizadores del torneo de la principal liga femenina invisibilizan sistemáticamente la lucha de las futbolistas y todo lo que tiene que ver con ella como si la cosa no fuera con ellos.

No son los únicos. Lo mismo hicieron la mayoría de clubes, incluidos Barcelona y Real Madrid. Ambos fueron señalados por diversos medios de comunicación como los responsables de que no se hubiera firmado el convenio. Según estas informaciones, la entidad blanca -que la próxima temporada absorberá definitivamente al Tacón- y la azulgrana pretendían retransmitir todos los partidos de sus equipos a través de sus plataformas. Mediapro, que posee los derechos de televisión de la mayoría de clubes pero no los de Barcelona, Tacón, Athletic y Madrid CFF, se habría opuesto.

La productora se comprometió a pagar 1,5 millones euros por retransmitir en su canal tres encuentros por fecha de la Primera Iberdrola y tiene cierta lógica que no quiera que algunos de los grandes equipos ofrezcan gratuitamente el mismo producto en sus medios y redes.

En este caso, sin embargo, sus intereses económicos parecen incompatibles con la promoción de un deporte que cotiza al alza entre las mujeres y el público en general pero que sigue necesitando apoyos y visibilidad.

No se puede decir que la tiene cuando el partido más esperado de la temporada no se ofrece por ningún canal y sólo llega a quienes acuden a la cancha.

Pudiendo retransmitirlo, ya que posee los derechos del Atlético de Madrid, Mediapro decidió no hacerlo.

“Por decisión de Mediapro, que gestiona los derechos del equipo local, el gran partido del fútbol femenino estatal no será emitido por ningún medio audiovisual”, se limitó a decir el Barcelona en su web en la nota previa al gran duelo frente al Atlético.

Días antes, Mediapro había presumido en sus redes sociales de ser la productora responsable del anuncio televisivo que ilustra la campaña T’ho estàs perdent (Te lo estás perdiendo) para promocionar el deporte femenino y su consumo en medios.

“Lamentamos esta decisión que no comprendemos. Mediapro tiene los derechos para retransmitir el partido y, si no lo hace, lo hace en perjuicio no sólo de la afición y de los  clubes, sino [también] del fútbol femenino y del espectador, que cada vez más busca este tipo de contenido”, agregó María Teixidor, la directiva del Barcelona responsable del equipo femenino, en declaraciones a los medios del club azulgrana.

Nada dijo, en cambio, sobre el convenio que otras fuentes azulgranas negaron, de manera extra oficial, haber torpedeado. Según estas fuentes, el Barcelona no exigió retransmitir todos los partidos de su equipo como condición para firmar el acuerdo.

Sea como fuere, lo único claro casi una semana después es que las principales perjudicadas siguen siendo las futbolistas que, con razón, se sienten engañadas y ninguneadas.

“Queremos explicaciones. Las futbolistas seguimos unidas; hemos puesto todo de nuestra parte, de ahí que se paralizara la huelga, pero ahora nos preguntamos: ¿qué más debemos hacer para que se firme el convenio colectivo?”, apuntó la jugadora del Betis Priscila Borja.

“Sentimos que no se nos está tomando en serio. A nosotras nos da igual cómo se llegue a un acuerdo definitivo, lo que queremos es tener garantizados nuestros derechos laborales. Se nos escapa qué pasa, no lo entendemos después de los comunicados que se emitieron en días pasados”, continuó Ainhoa Tirapu, antes de apuntar la posibilidad de convocar una nueva huelga.

Este fin de semana jugaron, clásico incluido, aunque pasara desapercibido. Las circunstancias, sin embargo, parecen pedir a gritos que las futbolistas vuelvan a parar.

  • PH foto: AFE

El primer convenio femenino del fútbol, a una firma de hacer historia

Sólo falta la firma y está prevista para el próximo 15 de enero.  Entonces, las futbolistas de la Primera Iberdrola podrán festejar la entrada en vigor del primer convenio laboral en la historia de la liga femenina española.

Será un paso gigantesco en la lucha por la igualdad de géneros en el deporte. Y dadas las fechas, una tentación calificarlo de regalo de Reyes retrasado. Sería un error.

Retrasado llega, de eso no hay duda. Pero de regalo no tiene nada este convenio colectivo que  las futbolistas llevan meses y meses batallando dentro y fuera de la cancha.

Más de un año y 29 reuniones acumula ya la negociación que este viernes, sobre la hora del plazo establecido, concluyó con un preacuerdo entre sindicatos y patronal, discretamente publicitado.

De manera sorprendente, la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), el sindicato mayoritario también entre las mujeres, comunicó la buena nueva ayer con un único tuit fijado en su perfil. No emitió ni un solo mensaje más al respecto en su timeline.

«Firmado el preacuerdo para del primer convenio colectivo para el fútbol femenino de Primera División», dice, de manera aséptica, el mensaje de la AFE que precede al comunicado donde se detallan los puntos acordados.

El tuit, que incluye una foto de David Aganzo, presidente del sindicato, sellando el preacuerdo, tenía hasta la hora de publicar esta nota 212 «me gusta» y apenas 80 retuits. Sólo cinco de ellos eran de futbolistas de la Primera Iberdrola. Y ninguna se contaba entre las estrellas del campeonato. Ningún compañero futbolista tuvo a bien tampoco hacerse eco.

«Feliz de que por fin se sienten las bases para que las futbolistas tengan reconocidos sus derechos laborales después de 14 meses. Convenio histórico. Felicidades y gracias por el compromiso, valentía y unidad», señaló Aganzo en su perfil de Twitter sin mayor euforia.

No deja de ser resultar curiosa tan escasa repercusión pública para un logro tan largamente perseguido. ¿Será que aún existen dudas sobre la materialización del convenio que debería rubricarse a mediados de enero?

No sería la primera vez que un preacuerdo se rompe de camino al acuerdo definitivo… Confiemos en que no sea así esta vez y en que la reserva responda, simplemente, a la prudencia y a la intención de celebrarlo cuando se convierta en realidad.

Entonces, las futbolistas tendrán garantizados un salario mínimo, un horario de trabajo regulado y 30 días de vacaciones pagadas, entre otros aspectos.

Según el comunicado emitido por la AFE, el sueldo mínimo anual para una futbolista a tiempo completo será de 16.000 euros brutos. Las que lo sean a tiempo parcial cobrarán, al menos, un 75 por ciento de esa cantidad, es decir, 12.000 euros brutos.

Este último era uno de los puntos que habían impedido el acuerdo en reuniones anteriores. Los clubes aseguraban que muchos de ellos no podrían asumir semejantes cantidades sin ir a la bancarrota.

La mediación de la Dirección General de Trabajo, tras la huelga convocada y secundada por las jugadoras los pasados 16 y 17 de noviembre, contribuyó a que la patronal cediera en este aspecto.

Otro de los motivos de desacuerdo, el de la maternidad, se ha resuelto con la renovación automática por un año si la futbolista está en su último año de contrato.

La jornada laboral de las jugadoras será de 35 horas semanales y sus vacaciones pagadas, de 30 días. De ellos, al menos 21 deberán ser consecutivos, como el descanso semanal mínimo, que será de un día y medio.

Las futbolistas percibirán el cien por cien de su salario en caso de incapacidad temporal (lesiones, por ejemplo) y serán indemnizadas con 90.000 euros en caso de invalidez  y con 60.000 por muerte.

El convenio, que recoge otros aspectos, tendrá vigencia desde el pasado 1 de julio hasta el 30 de junio de 2020. Después, se renovará temporada tras temporada en su totalidad si ninguna de las partes lo denuncia con tres meses de antelación.

Los derechos garantizados por el documento suponen un tremendo avance para un deporte que, tres años atrás, apenas tenía visibilidad en España. El boom experimentado en este tiempo con la llegada de patrocinadores y también de éxitos -la selección española femenina sub-17 se proclamó campeona del mundo en 2018 y en el reciente Mundial absoluto de Francia avanzó por primera vez en su historia hasta los octavos de final- han contribuido de manera decisiva a que un deporte con tan escasa tradición acaricie una conquista casi inédita.

En España, sólo el baloncesto contó con un convenio colectivo similar. Se firmó en 2008 y recogió aspectos parecidos. Pero ya no está vigente: cuando llegó el momento de renovarlo, la patronal de los clubes ya no existía como asociación y su prolongación no fue posible.

Pese a que el baloncesto es un deporte con mucha más tradición en España y mucho más exitoso que el fútbol -la selección española femenina conquistó siete medallas en los últimos siete años, entre ellas una plata olímpica y otra mundial- , no ha conseguido aún volver a tener uno nuevo.

Así las cosas, y salvo retroceso, el fútbol se convertirá en el único deporte de equipo que reconocerá a sus jugadoras como profesionales con derechos garantizados a través de un convenio laboral.

* PH foto: Noelia Román

Las Guerreras vuelven a dar guerra

Como no sólo de fútbol vive la mujer, esta semana toca cambiar el tercio y hablar de balonmano. De la espectacular e inesperada clasificación de la selección española para la final del Mundial que se disputa en Japón.

Y no sólo por puro resultadismo, que también. Disputar una final de un campeonato del mundo es de por sí un éxito para cualquiera. Más para una selección que nunca antes en su historia la había alcanzado en un torneo de este tipo. Sino por lo que ello supone para el avance de las mujeres en todo el espectro deportivo.

El inesperado logro del equipo capitaneado por Nerea Pena confirma la extraordinaria respuesta que da el deporte femenino cuando se le presta cierta atención y se le apoya con unos mínimos recursos.

Sucedió con la sincronizada (ahora natación artística), el waterpolo, el baloncesto y también con el balonmano que, en su época dorada (2008-2014), se colgó cuatro medallas: un bronce olímpico en Londres 2012, otro bronce en el Mundial de 2011 y dos platas en los Europeos de 2008 y 2014.

Aquellas mujeres ganaron tantas batallas impensadas que pasaron a ser conocidas como Las Guerreras. Entre las más bravas, Marta Mangué, autora de 1.034 goles en 301 encuentros, y Macarena Aguilar, con 638 tantos en 240 partidos.

Después, su inesperada caída en los cuartos de final de los Juegos de Río -ante Francia y en la prórroga- abrió una etapa de malas actuaciones que sumieron al equipo en una profunda crisis: undécimas en el Europeo de 2016 y en el Mundial de 2017 y duodécimas en el Campeonato de Europa de 2018.

Lejos de haber perdido la garra o la ambición, Las Guerreras simplemente habían llegado al final de un ciclo. El equipo necesitaba renovarse, afrontar el cambio generacional que siempre llega y nunca es fácil. La sincronizada española es un ejemplo de lo complicada que acostumbra a ser la renovación.

A veces, muy pocas, la transición se da de manera tan fluida que los éxitos se mantienen sin sobresaltos. Es el caso de la selección femenina de baloncesto, que ha conquistado siete medallas en los últimos siete años: tres oros y un bronce en Europeos, una plata y un bronce en Mundiales y una plata en los Juegos de Río.

Es algo extraordinario, y más en el deporte femenino, donde las inversiones son mucho más escasas y decaen con mayor facilidad.

Como el baloncesto, el balonmano comenzó hace dos años a buscar el modo de acabar con la crisis y devolver a Las Guerreras a la lucha por objetivos ambiciosos. En el horizonte, aparecían los Juegos de Tokio y, sobre todo, el Mundial que España acogerá en 2021. Había que trazar un plan a medio plazo, tener paciencia y confiar. Los resultados difícilmente serían inmediatos. Y no lo fueron. Pero empiezan a llegar antes incluso de lo previsto.

La fórmula empleada por Carlos Viver combina unas pocas veteranas ilustres, varias jóvenes prometedoras y talentosas y una base de jugadoras que, sin alzar la voz, desempeñan el trabajo oscuro con gran eficiencia.

Entre estas últimas están Eli Cesáreo, Lara González, Ainhoa Hernández, Jennifer Gutiérrez, Marta López y Maitane Etxebarria. La mayoría entraron al equipo con la renovación iniciada en 2017 y ya vivieron el sinsabor del trabajo sin premio.

Las veteranas, que las han visto de todos los colores, no sólo mantienen el espíritu de Las Guerreras. Siguen siendo decisivas en los partidos clave. En las semifinales ante Noruega, la actuación de Silvia Navarro en el arco fue determinante. Con una efectividad del 75 por ciento desde los 9 metros y del 50 por ciento desde los 7, la guardameta española fue considerada la mejor jugadora del choque.

Y ver cómo se emocionaba hasta las lágrimas a sus 40 años, tras más de 20 peleando en todos los frentes y protagonizando los mayores éxitos de la selección española, resultó revelador.

Elocuente fue también el festejo de los 30 años de Nerea Pena este viernes, el mismo día en que Las Guerreras lograban el pase a la final del Mundial. Las imágenes que llegaron a través de las redes sociales mostraban la feliz unión que mantiene el grupo.

Estos ingredientes no serían suficientes si el equipo no tuviera calidad –Alexandrina Cabral, con siete goles, y Almudena Rodríguez, con seis, fueron el puntal ofensivo ante Noruega- y la dosis de suerte necesaria en todo campeonato para alcanzar las mayores cotas. Las Guerreras la tuvieron cuando, después de sufrir su única derrota en el Mundial ante Rusia, Montenegro superó a Suecia y permitió que las españolas avanzaran a las semifinales.

La meta con la que habían volado a Japón estaba más que superada. Buscaban plaza en el preolímpico que dará derecho a disputar los Juegos de Tokio 2020. Nada más. Ni siquiera habían soñado con la final. La disputarán mañana ante Dinamarca con el objetivo, ahora sí, de volver a dar guerra y, por qué no, campeonar.

* PH fotos: Federación española de balonmano

La histórica huelga de las futbolistas españolas arranca invisibilizada por patronal y Federación

La huelga indefinida de las futbolistas de la liga española ya está en marcha. La historia del deporte mundial añade a partir de hoy un capítulo inédito en lo que a mujeres y fútbol respecta. Lo protagonizan las jugadoras de los clubes españoles que han decidido parar para reivindicar un convenio laboral que garantice sueldos mínimos y condiciones de trabajo dignas.

Su apuesta es decidida, necesaria y arriesgada. Pero si usted quiere saber más sobre sus motivos, no busque en la cuenta de Twitter de la Primera Iberdrola ni en la de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF): no hay ni un solo tuit propio que informe de lo que está sucediendo.

¿Increíble, verdad? Pues es cierto. Tan cierto como surrealista: por no informar, los organizadores del campeonato español ni siquiera informan de manera oficial de que la novena fecha de su torneo no se disputará debido a la huelga por la igualdad.

¿Alguien puede entender semejante vacío?  Yo soy incapaz.

Desde el 6 de noviembre, en la cuenta de la RFEF no hay ni una sola referencia al paro que, supuestamente, la propia Federación intentó evitar con una propuesta no aceptada por los clubes. “La RFEF asumirá parte del salario de las jugadoras para que los clubes puedan pagarles al menos 16.000 euros de salario mínimo”, explicó el rector del fútbol español ese día.

Junto al titular, un comunicado detallaba las condiciones para que el ente federativo aportase los 1,2 millones de euros que, a su entender, podrían resolver el problema.

Desde ese día y en los diez que han transcurrido desde entonces, la Federación tuiteó sobre la Segunda B masculina, los árbitros, el VAR, la selección masculina, la retirada de David Villa y, por supuesto, la flamante nueva Supercopa masculina que se disputará en Arabia Saudí… ¿Sobre la huelga de las futbolistas que ha traspasado fronteras? Ni un solo tuit más.

Publicitó, eso sí, la presencia del presidente de la Federación, Luis Rubiales, en la gala de presentación del área de fútbol femenino de la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana, el 8 de noviembre.

Y destacó las palabras del propio Rubiales al anunciar el polémico acuerdo con Arabia Saudí como sede de la próxima Supercopa masculina: “Vamos a ir encantados a colaborar con la Federación de Arabia Saudí. Las mujeres y hombres acudirán al estadio en plena igualdad. En un momento de internacionalización de nuestro fútbol, únicamente la Supercopa puede salir de nuestras fronteras”.

La Federación olvidó resaltar, en cambio, que fue incapaz de incluir  la Supercopa femenina en ese pacto que, según dicen, llevará la igualdad a Arabia Saudí. Era uno de los proyectos de la RFEF para potenciar la profesionalización de las futbolistas. Pero se quedará en el tintero.

Seguro que fue un descuido del -o de la- community manager que lleva la cuenta de la Federación española. Quizá sea el -la- mismo/a que se ocupa del Twitter de la Primera Iberdrola: los días se suceden en su timeline sin una sola referencia propia a la huelga sin precedentes que hará que sus partidos no se disputen por un tiempo indefinido.

“La casa del fútbol femenino español”, como se autodefine, se limita a retuitear el tuit en el que el Barcelona comunicó su postura respecto al paro que también secundan sus jugadoras; y el que escribió el Espanyol para confirmar la no disputa de su partido de hoy frente al Granadilla Tenerife porque las jugadoras de ambos equipos decidieron “acogerse a su derecho a huelga”.

Como la RFEF, la Primera Iberdrola, que dice “apoyar los sueños de miles de jugadoras”, crea una suerte de realidad paralela al omitir una circunstancia crucial para su campeonato y aparentar una normalidad que no es tal y que los clubes, en general, también han pretendido simular.

¿Imagina usted el revuelo que se suscitaría si los futbolistas de la liga española se declararan en huelga y la LaLiga, la propia Federación y los clubes ocultaran ese hecho en sus canales de comunicación?

Los problemas no desaparecen por no hablar de ellos. A menudo, crecen y se enquistan.

Quizá -y ojalá- no suceda en este caso. Porque la huelga por la igualdad ha tenido otros altavoces. Las futbolistas han sido las primeras en explicar sus motivos a través de sus redes sociales.

“Si no generan no pueden pedir. Lo más oído cuando pedimos un MÍNIMO DE DERECHOS y estos creo que se tienen sí o sí! Y si es por la parte del dinero, no conozco empresa que se haya construido/mejorado sin una inversión inicial (=crédito) y mucho menos sabiendo si funcionaría o no”, reivindicó hoy Andrea Pereira en Twitter.

La defensa del Barcelona es sólo una de las diversas jugadoras que se han pronunciado sobre la cuestión en los últimos meses. Antes de decidir parar el campeonato, las futbolistas y sus representantes se reunieron en 18 ocasiones con la patronal de los clubes para intentar lograr un convenio laboral, de momento, inexistente.

En más de un año de negociaciones, lograron algunos avances, pero no que se las reconozca como profesionales al cien por cien y que, en consecuencia, se les pague como tales. Hoy en día, las futbolistas de la primera división española ni siquiera tienen garantizado el salario mínimo que rige en el país (casi 1.000 euros).

La Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), el sindicato mayoritario de los y las futbolistas en España, también le ha dado amplia difusión.

El seguimiento de los medios de comunicación ha sido generalizado, lo cual no quiere decir que algunos no hayan relativizado su importancia.

Por poner sólo un ejemplo, el informativo de TV3 -la televisión catalana- abrió este mediodía su sección de Deportes con los entrenamientos de clasificación del Mundial de Motociclismo, cuyos campeones ya se conocen desde hace días. Apenas después, informaron de manera bastante breve y un poco confusa del paro indefinido de la liga femenina de fútbol. Y eso, probablemente, porque no hay jornada del campeonato masculino a causa de las selecciones. Dudo mucho que la huelga femenina hubiese ocupado el segundo lugar si hubiera habido partidos de LaLiga.

La duración y evolución del paro, que no tiene precedentes conocidos en campeonatos femeninos, marcarán su repercusión y sus logros.

En torneos masculinos, las huelgas siempre alcanzaron nuevas conquistas. En ocasiones, necesitaron meses y la intervención de peces gordos para ello. Fue el caso de la Liga estadounidense de béisbol (MLB), cuando en 1994 el entonces presidente del país, Bill Clinton, tuvo que intervenir para que jugadores y patronos se sentaran a negociar un acuerdo después de 232 días de paro.

Otras veces, el conflicto se solucionó casi a las primeras de cambio. Así fue en 2011, cuando Luis Rubiales encabezaba la AFE y llamó a la huelga en la dos primeras fechas de la Liga para lograr que los clubes saldasen los 50 millones de euros que adeudaban a 200 futbolistas. Éstos pararon en la primera jornada y ya no necesitaron hacerlo en la segunda. En plena crisis económica, los clubes se avinieron a un acuerdo en cuestión de horas.

Parece harto improbable que ahora, en el pleno ascenso del llamado fútbol femenino y con muchos intereses en juego, las futbolistas vayan a tener la misma suerte. Pero como soñar es gratis y, además, la Primera Iberdrola apoya los sueños de miles de jugadoras, quién sabe.

Para más información de la huelga y detalles del convenio laboral que se persigue, visite este enlace: https://lasocialdeportiva.com/un-paro-indefinido-para-empezar-a-poner-las-cosas-en-su-sitio-y-ser-reconocidas-como-futbolistas-profesionales/

  • PH foto: Espanyol Femení

¿Un espectáculo que no interesa a nadie?

Casi 78.000 espectadores acudieron ayer al icónico Estadio de Wembley para presenciar el choque entre Inglaterra y Alemania. Jugaban las selecciones femeninas de fútbol. Medían sus fuerzas en un amistoso. Y en Londres llovía y hacía frío.

A unos kilómetros de distancia, y unas horas antes, el Chelsea había batido al Crystal Palace en Stamford Brigde en duelo por la duodécima fecha de la Premier League. Y el Tottenham, en su cancha, empataba con el Sheffield United. Los dirigidos por Maurcio Pochettino, de hecho, aún confiaban en hacerse con la victoria cuando las Lionesses pusieron el balón en juego.

Otros partidos de la Premier se disputaban al tiempo que el Inglaterra-Alemania de las mujeres. Aun así, 77.768 personas optaron por Wembley. Batieron el récord de asistencia a un partido de las Lionesses  y se acercaron al establecido para un partido femenino en el Reino Unido: los 80.023 espectadores que presenciaron el triunfo de Estados Unidos ante Japón en la final de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Convendremos en que la cifra no está mal para un espectáculo que, supuestamente, no interesa a nadie. En el Camp Nou, ayer, no había ni 70.000 almas para presenciar el interesante duelo entre el Barcelona y el Celta en la todopoderosa liga española. La masculina, claro.

Y es que los hechos y las cifras rebaten cada vez con más contundencia esa sentencia repetida durante años y que aún hoy oímos con relativa frecuencia.

“El fútbol femenino es una mentira. ¿Qué porcentaje de jugadoras de Primera llegan desde el córner a la portería? No tienen fuerza”, afirmó hace tan sólo unos días José María García, un referente en España del periodismo deportivo más rancio.

A diferencia de lo que habría sucedido hace unos años, su estúpida declaración enseguida levantó polvareda y fue replicada desde diversos frentes.

Las futbolistas del Sporting de Gijón, de la Segunda División, lo hicieron de manera gráfica: con un video en el que se las veía lanzando córners y llegando sin ningún tipo de dificultad al arco. ‘El reto José María García’ lo llamaron.

“Pido perdón por no razonar mis comentarios, que sigo manteniendo. El fútbol femenino es mentira en su organización, pero lo acepto y admiro”, matizó García tras el aluvión de críticas.

Dudo y mucho de su admiración hacia el fútbol jugado por mujeres, pues demostró no haberlo visto en años. Le concedo que la organización es muy mejorable. Y aun así, es evidente que también en este aspecto hubo notables avances en los últimos años. Y que éstos han contribuido a que la hinchada se enganche a un espectáculo al alza, como se pudo ver en la Copa del Mundo disputada en Francia este verano.

El fútbol de las mujeres interesa cada vez a más gente.

Por volver a Inglaterra, el anterior choque entre Inglaterra y Alemania en tierras británicas, en noviembre de 2014, había sido seguido en directo por 45.619 espectadores. En cinco años, con igual o más competencia en lo que a espectáculos se refiere, los fans que presenciaron el mismo partido se incrementaron en más de 30.000.

El número habría sido probablemente mayor de no ser por el mal tiempo que hizo ayer en Londres: en octubre, la Federación inglesa declaró agotadas las 90.000 localidades disponibles en Wembley.

Había ganas de ver cómo la Inglaterra que avanzó hasta las semifinales en el Mundial de Francia y ahora se recompone con vistas a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y a la Eurocopa que albergará en 2021 se enfrentaba a una Alemania también en reconstrucción.

Las germanas, que llegaron hasta los cuartos de final en Francia 2019, se impusieron (2-1) como casi siempre. Ganaron 21 de los 26 partidos en los que se han enfrentado a Inglaterra, que sólo las doblegó en el duelo por el tercer puesto en el Mundial de 2015.

La derrota local, en cualquier caso, no pareció desalentar en exceso a la hinchada inglesa, que en siete días (16 y 17 de noviembre) vivirá el fin de semana del fútbol femenino.

Aprovechando la parada de la liga masculina a causa de los partidos de las selecciones, la Súper Liga femenina celebrará su fiesta ocupando otros cuatro grandes estadios ingleses (Anfield, el Tottenham Hotspur Stadium, el Falmer Stadium (Brighton) y el Madejski Stadium (Reading)) y con dos grandes choques: Manchester City vs West Ham y Chelsea vs Manchester United.

Inventora del fútbol, Inglaterra se ha relevado como uno de los países donde más ha crecido el interés por la práctica femenina en los últimos meses. Lo confirmó una encuesta realizada el pasado mes de octubre por YouGov, según la cual una tercera parte de la ciudadanía de Inglaterra se decía interesada en el fútbol jugado por mujeres y casi el 70 por ciento consideraba que debe tener el mismo trato que el jugado por hombres.

El estudio, complementado con datos de WSL Barclays, el principal patrocinador del campeonato femenino inglés, también arrojó otro dato de lo más interesante: el 28 por ciento de los fans que siguieron por televisión la Copa del Mundo se han convertido definitivamente en seguidores del fútbol femenino.

Además, el 46 por ciento se dijo sorprendido por la profesionalidad de los equipos y el 74 consideró que el fútbol jugado por mujeres está subestimado.

Eso, pese al crecimiento experimentado desde que responsables y patrocinadores decidieron apostar por lo que se ha revelado como una nueva vía de negocio y aumentar sustancialmente sus inversiones.

La de Barklays, que patrocinará la presente y las dos próximas temporadas, fue calificada de “multimillonaria” por la Federación inglesa de fútbol cuando anunció el acuerdo el pasado marzo. El diario británico The Guardian la cifró en más de 10 millones de libras, es decir, más de 11 millones de euros a repartir en tres campañas.

Sus efectos ya se han hecho notar, ayudados por el buen papel de Inglaterra en el Mundial de Francia: la petición y compra de entradas para los partidos de la Súper Liga femenina se duplicó desde el inicio del campeonato.

Y es que la fórmula no tiene ningún misterio: a mejores condiciones, mayor rendimiento y, cuanta más calidad, más interés. Como pasa con los hombres, vaya.

  • PH foto: Lionesses

¿Y si los futbolistas secundaran la huelga de sus compañeras y pararan también?

Pregunta: ¿necesitarían las futbolistas de la Primera División española ir a la huelga  convocada si sus compañeros de profesión las acompañaran en su lucha? Respuesta: no.

Así de claro. ¿O es que alguien se imagina que LaLiga que dirige Javier Tebas se permitiría un solo fin de semana sin los ingresos multimillonarios que obtiene de la venta de sus partidos dentro y fuera de la Península?

El respaldo solidario de los futbolistas, declarándose en huelga también, habría bastado para evitar que sus pares femeninas vayan a un paro indefinido que comenzará el fin de semana del 16 y 17 de noviembre, coincidiendo con la novena fecha de la Primera Iberdrola.

Como era de esperar, el acto de mediación de esta semana fue infructuoso. Los clubes que conforman la Asociación de Clubes de Fútbol Femenino (ACFF) no se movieron ni un ápice de sus posturas y las futbolistas, representadas por diversos sindicatos, tampoco.

Sus patronos les piden que se conformen con el 50 por ciento de una jornada laboral que ellas cumplen al cien por cien y que ya habían aceptado rebajar al 75 por ciento para hacer menos gravosa la subida salarial.

En cifras, los sindicatos que representan a las futbolistas exigen un salario mínimo anual de 12.000 euros. La ACFF ofrece 8.000, es decir, algo menos de 700 euros mensuales.

Algunos futbolistas en la Tercera División española cobran esa cifra. Y yo pregunto, emulando a quienes sostienen que la liga femenina no genera lo suficiente para satisfacer las peticiones de las futbolistas: ¿cuántos recursos generan los equipos de la Tercera masculina?

Salvo en ocasiones muy puntuales, sus partidos no se retransmiten por televisión, sus canchas no se llenan, el número de socios que tienen es más bien pequeño y sus patrocinadores son escasos. Pero nadie cuestiona que los futbolistas de Tercera tengan un convenio laboral, cobren por jugar cada fin de semana, tengan cobertura sanitaria y derecho a paro y a jubilación.

Eso, en cambio, se les niega a las futbolistas, que no sólo pelean por un salario digno -que no igual al de sus compañeros- sino también por un convenio que recoja estos derechos, así como 30 días de vacaciones, un protocolo de embarazo, maternidad y lactancia, otro de acoso sexual y cobertura sanitaria en caso de lesiones graves o de larga duración.

Animados por la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), el sindicato mayoritario, algunos futbolistas (Sergio García del Espanyol), ex jugadores (Xavi Hernández) y entrenadores (Abelardo Fernández) respaldaron a sus colegas femeninas a través de las redes sociales. No pasaron de ahí.

Parece que a nadie se le ocurrió -tampoco a la AFE– que las ligas masculinas también podrían secundar la huelga, parar sus competiciones y apoyar así la lucha por la igualdad de manera real.

Se me hace extraño. Si las periodistas decidiéramos ir a la huelga en busca de mejores condiciones laborales -cosa que, dicho sea de paso, deberíamos hacer-, ¿no nos secundarían nuestros colegas masculinos? Quiero pensar que sí. Por más que algunos cobren más que nosotras por hacer el mismo trabajo.

Lo contrario no sólo supondría una vergonzosa falta de solidaridad, sino también lanzar una piedra contra el tejado propio: todo recorte de derechos puede acabar afectándonos, seamos mujeres u hombres, en algún momento.

Pese a la huelga, las futbolistas seguirán entrenándose, jugando con sus selecciones y disputando la Liga de Campeones. El paro sólo afectará a la liga española. Y puede ser un duro golpe, ahora que la competición empezaba a cotizar al alza. Veremos.

La lucha, en cualquier caso, está más que justificada por más que algunos clubes puedan tener dificultades reales para cumplir con las exigencias de las futbolistas.

Buena parte del problema radica en que su patronal nunca tuvo verdadera voluntad -18 reuniones infructuosas en más de un año de negociaciones así lo demuestran- de encontrar una solución.

  • PH foto: Primera Iberdrola