La francesa Stephanie Frappart puso ayer una pica en Flandes al superar con nota el tremendo reto que tenía ante ella: arbitrar la final de la Supercopa de Europa entre Liverpool y Chelsea sin generar la más mínima polémica.
Las decisiones de la primera mujer en dirigir un duelo masculino de semejante envergadura fueron tan impecables que ni siquiera los futbolistas, tan tendentes a protestar todo, las cuestionaron como acostumbran a hacerlo.
Al contrario. La colegiada gala, de 35 años, apenas escuchó quejas de los jugadores, que asumieron con aparente normalidad e inusual buen comportamiento su extraordinaria presencia entre ellos. Las de Adrián San Miguel, el portero del Liverpool, fueron tan tímidas que invitaron a pensar que Frappart también acertó cuando decretó el penal que supuso el empate 2-2 para el Chelsea, con el partido ya en la prórroga.
La primera gran copa del nuevo curso la levantó al final el vigente campeón de Europa, pero la jueza y sus asistentas fueron las primeras en ser agasajadas por su labor. Lo merecieron sin ningún tipo de duda.
Habitualmente seria, Frappart, esbozó entonces una amplia sonrisa de satisfacción por el trabajo bien hecho. Lo mismo hicieron sus asistentas, la también francesa Manuela Nicosi y la irlandesa Michelle O’Neal, cuyo acierto a la hora de señalar fueras de juego nada evidentes fue más que notable.
Quizás sobre eso bromeaba el brasileño Emerson Palmieri a la media parte en el túnel de vestuarios, cuando se le vio comentar algún lance con Nicosi. De las sonrisas y los gestos de la asistenta se dedujo su respuesta: sabes que tenía razón. El lateral del Chelsea le tendió la mano y convino con una gran sonrisa.
En España, los comentaristas del canal que retransmitió el partido calificaron de “muy bueno” el arbitraje de Frappart y su equipo y destacaron la precisión de sus ayudantes, que “acertaron en todos los ajustados fueras de juego que señalaron”, en su opinión.
Acertó también la UEFA al arriesgarse a elegir a una mujer para dirigir el partido que enfrenta a los campeones de las dos máximas competiciones masculinas en Europa. Frappart se lo había ganado a pulso con su actuación en el reciente Mundial femenino de Francia. Pero cualquier posible error de bulto habría sido interpretado en clave de género y no de otros factores.
Las reticencias a que las mujeres se desempeñen con normalidad en un mundo aún tan masculino como el fútbol siguen siendo grandes. Hasta el punto de que, antes que Frappart, sólo la alemana Bibiana Steinhaus había arbitrado un partido de una de las cinco grandes ligas masculinas de Europa, la Bundesliga, en 2017.
Por eso, el recibimiento que Frappart tuvo el pasado abril en la cancha del Amiens, cuando dirigió su primer partido en la Ligue 1 -la primera división francesa-, fue extraordinario, una rareza.
“Bienvenida al Estadio de la Licorne, señora Frappart. ¡Larga vida a las mujeres en el fútbol!”, escribieron los hinchas locales en un pancarta.
La colegiada ya se había desempeñado con éxito en la segunda división francesa. Y continuó haciéndolo en el Mundial femenino celebrado este año en su país, donde dirigió varios encuentros antes de recibir el premio de arbitrar la final entre Estados Unidos y Holanda.
Su buena actuación la colocó en el camino de seguir los pasos de Nicole Petignant, la jueza suiza que dirigió tres partidos de la ronda clasificatoria de la Copa de la UEFA -la ahora denominada Liga Europa– entre 2004 y 2009.
“Para mí es lo mismo, se arbitra igual; el fútbol es el mismo, con las mismas reglas, haré lo mismo que en las ligas femeninas”, había afirmado Frappart en la previa de la Supercopa disputada en Estambul.
Sin embargo, ella tuvo que comparecer en rueda de prensa, algo que rara vez hacen sus colegas masculinos se enfrenten al partido que se enfrenten.
“La presión es diferente, eso sí. Sé muy bien que la gente estará esperando a ver cómo lo hago”, concedió la francesa, una jueza que en la cancha siempre da la sensación de estar muy segura de sus decisiones.
Ayer no fue una excepción. Frappart no dudó al anular dos goles por -ajustado- fuera de juego. Ni a la hora de sacar las dos únicas amarillas que mostró en todo el choque. Ni cuando señaló el penal que permitió el empate del Chelsea y que a través de la televisión fue difícil de juzgar. El VAR ratificó la determinación de la colegiada.
La menuda jueza gala respondió de manera tan formidable a la presión que su labor pasó desapercibida, como corresponde a todo buen arbitraje, y abrió la puerta a que otras colegiadas puedan dirigir partidos masculinos de primer nivel.
“Hoy estoy feliz de participar en un día histórico para el fútbol. Ya era hora de que una mujer arbitrara un gran partido masculino”, concluyó Jürgen Klopp, el entrenador alemán del Liverpool.
Si el fútbol y sus dirigentes creen de verdad en la igualdad, el ejemplo debería cundir.