Mujer y deporte: el reto de que nos vean a nosotras y no busquen al hombre que hay detrás

En esta semana en la que todos se esfuerzan en demostrar lo que, a menudo, obvian y olvidan el resto del año, que las mujeres somos fundamentales para mover el mundo, no seré yo quien se aparte de la línea y deje de recordarlo una vez más.

Aunque no me gusten los días “dedicados a” -en el fondo, señalan la excepción y no la norma-, tendría poco sentido no hacerlo en un blog dedicado exclusivamente a mujeres deportistas.

Si quisiera desmarcarme, podría hablar, por ejemplo, de los hombres que, desde su posición de más o menos privilegio, han contribuido y contribuyen a que las mujeres lo tengamos un poco menos complicado cuando queremos avanzar en terrenos que, en general, ellos siguen considerando suyos. Pero no lo haré. Con mayor o menor mérito, la visibilidad masculina está asegurada. No necesitan que les regalemos más.

Recuerdo, por ejemplo, la cantidad de notas y entrevistas que los y las periodistas le hicimos al entrenador de Carolina Marín en los primeros años de explosión de la deportista onubense. Sin beber de tradición alguna, ella se erigía en la reina mundial del bádminton, pero el mérito parecía todo de Fernando Rivas, el hombre que dirige su preparación desde los inicios.

No es el único caso, claro. El deporte es uno de los ámbitos más resistentes a la igualdad de géneros, por más que los hombres digan lo contrario.

Piense, si no, cuántas veces ha visto el nombre de la nadadora Mireia Belmonte asociado al de Fred Vergnoux, su controvertido entrenador. O el de la ex saltadora Ruth Beitia, al de Ramón Torralbo.

Torralbo, justo es decirlo, siempre ha rehuido cualquier tipo de protagonismo. Y Beitia ha sido la primera en otorgárselo, no sin razón. Pero eso no debería hacernos olvidar que quien saltó por encima de un listón situado a 1,97 metros para conquistar el oro olímpico en Río 2016 fue ella. Nadie más.

Hay muchos otros ejemplos. Los éxitos de la selección femenina de baloncesto se atribuyen al buen hacer desde el banco de Lucas Mondelo. El hombre tiene su mérito, por supuesto. Pero ¿por qué los de la masculina se los atribuimos, principalmente, a los jugadores, se llamen Pau o Marc Gasol, Ricky Rubio o Juan Carlos Navarro?

Jorge Vilda, el técnico de la selección femenina de fútbol, se llevó no pocos titulares en el pasado Mundial de Francia, cuando sus pupilas se clasificaron, por primera vez en la historia, para los octavos de final. Y así podríamos seguir y seguir.

Las mujeres hemos conquistado un espacio cada vez más amplio en la primera línea deportiva. Pero seguimos siendo absolutamente minoritarias en la segunda y en la tercera. Apenas hay entrenadoras, preparadoras físicas, ojeadoras, fisioterapeutas o responsables de los servicios médicos. Esos puestos siguen estando mayoritariamente en manos de hombres, también en los equipos femeninos.

Salvo en contadas excepciones -la todopoderosa selección femenina de fútbol de los Estados Unidos tuvo a una entrenadora en los dos últimos Mundiales que conquistó-, ésa es todavía una barrera muy difícil de franquear para las mujeres.

Las (pocas) que lo consiguen, a menudo, tienen que aguantar descalificaciones siempre relacionadas con el género. Pienso, por ejemplo, en Carme Lluveras, la única mujer que, en España, fue entrenadora ayudante en un equipo masculino de baloncesto de primer nivel: en Unicaja, cuando Sergio Scariolo estaba al mando del conjunto malagueño.

Lo hizo tan bien o tan mal como cualquier hombre. Pero le fue imposible mantenerse en el cargo, ni que decir progresar.

El progreso femenino, sin embargo, es espectacular cuando a las mujeres nos dan la oportunidad. En el caso español, la estadística es elocuente: al menos la mitad de las medallas conquistadas por España en las dos últimas ediciones de los Juegos Olímpicos fueron femeninas.

Si en Barcelona 92, los Juegos del despegue del deporte español, las mujeres lograron 8 de las 22 preseas de la delegación local, en Londres 2012, las deportistas firmaron 12 de las 20 logradas. Tres de ellas fueron oros. Los hombres sólo añadieron uno más.

Algo más de dos décadas de una inversión que está lejos de acercarse a la que hacen las potencias mundiales han dado frutos incluso superiores a lo que se podría esperar.

En Río 2016, el balance fue similar al de Londres. De las 17 medallas que se colgó la delegación española, nueve tuvieron la rúbrica femenina que también llevaron cuatro de sus siete oros.

Ahora, a poco más de cuatro meses para que se disputen los Juegos de Tokio, coronavirus mediante, las previsiones apuntan a que las mujeres seguirán siendo protagonistas principales en los éxitos del deporte español.

Eso, pese a las aún escasas ayudas e incentivos que siguen teniendo ellas. “Conseguir un patrocinador me resulta imposible”, me decía esta misma semana una deportista olímpica, vigente campeona de Europa de su especialidad. Sobrevive con una beca ADO -las que obtienen los deportistas olímpicos- y eso la mantiene en la lucha con mujeres de otros países que cuentan con muchos más medios.

Lara Fernández disputará hoy mismo, en Londres, el título mundial de muay thai de -50,8 kg. Lo hará sin ningún tipo de ayuda de los organismos deportivos españoles, pese a que es la vigente campeona española de la especialidad -53 kg y la campeona mundial de K1 -59 kg.

El muay thai y el K1 no están en el programa olímpico. La joven ha llegado a la élite por sus propios medios, costeándose todos los gastos con trabajos precarios. Los títulos apenas le han reportado un par de recientes patrocinadores, que ahora le hacen el camino un poco menos costoso.

Podría hablar también de futbolistas que juegan en la Primera Iberdrola, la primera división española, y apenas llegan a los 300 euros de salario mensual. O de cómo las futbolistas estadounidenses, tetracampeonas mundiales, siguen peleando en los juzgados por tener los mismos premios que sus colegas masculinos, que nunca ganaron nada a nivel internacional. Demandaron a la Federación estadounidense de fútbol por discriminación por razón de género y esperan sentencia después de varias promesas incumplidas. También de la mayoría de deportistas profesionales trabajan al máximo nivel sin la protección de un convenio laboral.

No olvidemos esto y muchas y muchas otras cosas que vivimos a diario cuando hoy, mientras millones de mujeres de todo el mundo salgamos a manifestarnos en las calles, algunos nos califiquen de feminazis, proclamen que odiamos a los hombres y que nos quejamos por gusto. Ojalá un día nos quejemos sólo por gusto. De momento, tenemos motivos de más.

* Ph foto portada: Twitter Lara Fernández

¿Un espectáculo que no interesa a nadie?

Casi 78.000 espectadores acudieron ayer al icónico Estadio de Wembley para presenciar el choque entre Inglaterra y Alemania. Jugaban las selecciones femeninas de fútbol. Medían sus fuerzas en un amistoso. Y en Londres llovía y hacía frío.

A unos kilómetros de distancia, y unas horas antes, el Chelsea había batido al Crystal Palace en Stamford Brigde en duelo por la duodécima fecha de la Premier League. Y el Tottenham, en su cancha, empataba con el Sheffield United. Los dirigidos por Maurcio Pochettino, de hecho, aún confiaban en hacerse con la victoria cuando las Lionesses pusieron el balón en juego.

Otros partidos de la Premier se disputaban al tiempo que el Inglaterra-Alemania de las mujeres. Aun así, 77.768 personas optaron por Wembley. Batieron el récord de asistencia a un partido de las Lionesses  y se acercaron al establecido para un partido femenino en el Reino Unido: los 80.023 espectadores que presenciaron el triunfo de Estados Unidos ante Japón en la final de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Convendremos en que la cifra no está mal para un espectáculo que, supuestamente, no interesa a nadie. En el Camp Nou, ayer, no había ni 70.000 almas para presenciar el interesante duelo entre el Barcelona y el Celta en la todopoderosa liga española. La masculina, claro.

Y es que los hechos y las cifras rebaten cada vez con más contundencia esa sentencia repetida durante años y que aún hoy oímos con relativa frecuencia.

“El fútbol femenino es una mentira. ¿Qué porcentaje de jugadoras de Primera llegan desde el córner a la portería? No tienen fuerza”, afirmó hace tan sólo unos días José María García, un referente en España del periodismo deportivo más rancio.

A diferencia de lo que habría sucedido hace unos años, su estúpida declaración enseguida levantó polvareda y fue replicada desde diversos frentes.

Las futbolistas del Sporting de Gijón, de la Segunda División, lo hicieron de manera gráfica: con un video en el que se las veía lanzando córners y llegando sin ningún tipo de dificultad al arco. ‘El reto José María García’ lo llamaron.

“Pido perdón por no razonar mis comentarios, que sigo manteniendo. El fútbol femenino es mentira en su organización, pero lo acepto y admiro”, matizó García tras el aluvión de críticas.

Dudo y mucho de su admiración hacia el fútbol jugado por mujeres, pues demostró no haberlo visto en años. Le concedo que la organización es muy mejorable. Y aun así, es evidente que también en este aspecto hubo notables avances en los últimos años. Y que éstos han contribuido a que la hinchada se enganche a un espectáculo al alza, como se pudo ver en la Copa del Mundo disputada en Francia este verano.

El fútbol de las mujeres interesa cada vez a más gente.

Por volver a Inglaterra, el anterior choque entre Inglaterra y Alemania en tierras británicas, en noviembre de 2014, había sido seguido en directo por 45.619 espectadores. En cinco años, con igual o más competencia en lo que a espectáculos se refiere, los fans que presenciaron el mismo partido se incrementaron en más de 30.000.

El número habría sido probablemente mayor de no ser por el mal tiempo que hizo ayer en Londres: en octubre, la Federación inglesa declaró agotadas las 90.000 localidades disponibles en Wembley.

Había ganas de ver cómo la Inglaterra que avanzó hasta las semifinales en el Mundial de Francia y ahora se recompone con vistas a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y a la Eurocopa que albergará en 2021 se enfrentaba a una Alemania también en reconstrucción.

Las germanas, que llegaron hasta los cuartos de final en Francia 2019, se impusieron (2-1) como casi siempre. Ganaron 21 de los 26 partidos en los que se han enfrentado a Inglaterra, que sólo las doblegó en el duelo por el tercer puesto en el Mundial de 2015.

La derrota local, en cualquier caso, no pareció desalentar en exceso a la hinchada inglesa, que en siete días (16 y 17 de noviembre) vivirá el fin de semana del fútbol femenino.

Aprovechando la parada de la liga masculina a causa de los partidos de las selecciones, la Súper Liga femenina celebrará su fiesta ocupando otros cuatro grandes estadios ingleses (Anfield, el Tottenham Hotspur Stadium, el Falmer Stadium (Brighton) y el Madejski Stadium (Reading)) y con dos grandes choques: Manchester City vs West Ham y Chelsea vs Manchester United.

Inventora del fútbol, Inglaterra se ha relevado como uno de los países donde más ha crecido el interés por la práctica femenina en los últimos meses. Lo confirmó una encuesta realizada el pasado mes de octubre por YouGov, según la cual una tercera parte de la ciudadanía de Inglaterra se decía interesada en el fútbol jugado por mujeres y casi el 70 por ciento consideraba que debe tener el mismo trato que el jugado por hombres.

El estudio, complementado con datos de WSL Barclays, el principal patrocinador del campeonato femenino inglés, también arrojó otro dato de lo más interesante: el 28 por ciento de los fans que siguieron por televisión la Copa del Mundo se han convertido definitivamente en seguidores del fútbol femenino.

Además, el 46 por ciento se dijo sorprendido por la profesionalidad de los equipos y el 74 consideró que el fútbol jugado por mujeres está subestimado.

Eso, pese al crecimiento experimentado desde que responsables y patrocinadores decidieron apostar por lo que se ha revelado como una nueva vía de negocio y aumentar sustancialmente sus inversiones.

La de Barklays, que patrocinará la presente y las dos próximas temporadas, fue calificada de “multimillonaria” por la Federación inglesa de fútbol cuando anunció el acuerdo el pasado marzo. El diario británico The Guardian la cifró en más de 10 millones de libras, es decir, más de 11 millones de euros a repartir en tres campañas.

Sus efectos ya se han hecho notar, ayudados por el buen papel de Inglaterra en el Mundial de Francia: la petición y compra de entradas para los partidos de la Súper Liga femenina se duplicó desde el inicio del campeonato.

Y es que la fórmula no tiene ningún misterio: a mejores condiciones, mayor rendimiento y, cuanta más calidad, más interés. Como pasa con los hombres, vaya.

  • PH foto: Lionesses