Estados Unidos aprovecha su menguante ventaja, sus rivales reclaman recursos para hacerla desaparecer

La selección estadounidense conquistó este domingo el cuarto Mundial femenino de su historia y confirmó así su notorio dominio del fútbol entre las mujeres.

En su palmarés, lucen ya la mitad de los cetros disputados desde 1991 -ocho-, los dos últimos ganados de manera consecutiva en Canadá 2015 y en Francia 2019.

No son gratuitos los títulos, por más que en esta Copa del Mundo llamada a cambiar la historia de las mujeres en el fútbol, la superioridad de Estados Unidos no haya sido tan clamorosa como en ediciones anteriores.

Holanda, la vigente campeona de Europa y por primera vez finalista, aguantó el empuje de las norteamericanas durante casi una hora, hasta que un penal discutible acabó con su resistencia. En instancias precedentes, Inglaterra, Francia y España también compitieron con mucha dignidad ante las ahora tetracampeonas.

Si bien menguante, Estados Unidos sigue jugando con ventaja: lleva años dotando a las futbolistas de los medios que necesitan para sobresalir y marcar la diferencia. Aunque aún no gocen de las mismas condiciones que sus pares masculinos, que no ganaron nunca ningún título, basta con echar un vistazo al banco estadounidense para apreciar la diferencia.

La cantidad de técnicos, preparadores, ayudantes, médicos y fisioterapeutas que acompañan a las jugadoras y a la seleccionadora Jill Ellis supera -en algunos casos muy de largo- la de cualquier selección.

En varios partidos, conté hasta ocho personas, la mayoría casi tan activas como la entrenadora principal en sus quehaceres. En la final ante Holanda, la cifra aumentó a 15, al menos en los últimos compases del choque, cuando ya todo apuntaba a un nuevo título para las norteamericanas.

La cifra, en cualquier caso, fue siempre llamativa. La hiperactiva Ellis -se pasó el Mundial peleando con la árbitra encargada de que las entrenadoras no sobrepasen el área técnica-, cuenta con un ayudante que habitualmente traslada las órdenes tácticas a las jugadoras. Seguro que lo ha visto porque también él es muy activo y gesticula de manera ostensible cuando tiene que indicar un cambio de posición o cualquier otra consigna. No es su único ayudante. Una preparadora se coordina con él para ordenar el equipo sobre la cancha a medida que avanza el partido.

Otra colaboradora distinta se ocupa de vigilar que las futbolistas estén siempre hidratadas y va suministrando las botellas con líquidos recuperadores a lo largo de todo el duelo, más allá de la pausa pactada a causa del calor. Todo está medido.

Los médicos saltan al más mínimo contratiempo y suelen ser dos. Un “espía” sigue en perspectiva el partido desde la grada y hace llegar sus comentarios al banco. Allí varios técnicos más los reciben y los procesan. De ahí salen algunas de las decisiones que Ellis toma sobre la marcha.

“Si hemos ganado dos campeonatos de manera consecutiva es porque tenemos a muchas jugadoras súper talentosas y, sobre todo, a un cuerpo técnico muy talentoso”, sentenció Megan Rapinoe tras alzarse con el Balón de Oro del torneo.

“Nuestro staff es de clase mundial y todo esto es mérito especialmente de ellos”, agregó la estrella estadounidense, autora de los seis goles que le dieron también la Bota de Oro del campeonato.

Jill (Ellis) hizo un gran trabajo en la gestión del equipo. El mérito es suyo y de su equipo por saber determinar nuestros roles», añadió la mediática Alex Morgan, Bota de Plata del Mundial.

Además de contar con un nutrido cuerpo técnico que se reparte las labores, las jugadoras estadounidenses pueden dedicarse profesionalmente al fútbol y entrenarse y jugar en instalaciones que están a la altura de lo que se les exige.

También en eso aventajan a la mayoría de sus competidoras, que luchan por acercarse a su nivel de profesionalidad, aunque ellas sigan sin considerarlo óptimo.

“Es obvio que desde 2017 hemos avanzado, pero aún nos queda camino. Mejoramos nuestro juego, que es más rápido y más potente, pero aún tenemos que seguir mejorando en lo que respecta a la posesión del balón, por ejemplo, y, sobre todo, a las instalaciones en las que trabajamos”, afirmó Sarina Wiegman, seleccionadora holandesa.

El grupo de trabajo de Wiegman es amplio comparado con el de selecciones más modestas. Pero ni siquiera la vigente campeona de Europa iguala en medios a la tetracampeona mundial.

Las distancias se han recortado, como se pudo ver en este Mundial y constataron las propias estadounidenses. “El nivel ha crecido exponencialmente. Este campeonato ha sido muy difícil y muy exigente. Nos hemos enfrentado a algunos de los mejores equipos del mundo”, aseguró Ellis.

“Competimos con grandísimos equipos y creo que nuestra experiencia fue la que marcó la diferencia durante todo el torneo”, añadió Rapinoe.

La experiencia se adquiere compitiendo y para competir a un determinado nivel hay que tener las condiciones que permitan hacerlo. De ello dependerá que la distancia entre Estados Unidos y el resto de selecciones se siga recortando y que el Mundial cuente con cada vez más aspirantes a proclamarse campeón.

Viejas glorias con fútbol y discurso

Nunca fui muy fan de los partidos entre viejas glorias. Creo que a menudo dejan en mal lugar a las leyendas y aportan poco o nada al espectáculo.

Y sin embargo, me gustó asistir al que protagonizaron este viernes en Lyón una selección de antiguas futbolistas francesas y otra de ex jugadoras internacionales, como previa de la final del Mundial de Francia que este domingo dirimirán en el Parc Lyonnais la aspirante Holanda y la tricampeona Estados Unidos.

Confieso que, como la mayoría de quienes estábamos allí, no conocía a casi ninguna de las supuestas jugadoras estrella. Entre ellas no estaba, por ejemplo, la estadounidense Hope Solo ni su compatriota Brandi Chastain, por citar a dos campeonas mundiales de lo más populares entre la hinchada.

Y quizás por eso me sorprendió ver el gran nivel de juego que mostraron aquellas mujeres en una cancha de fútbol sala a más de 30 grados de temperatura.

Su control del balón y su capacidad para fintar y hacer filigranas me pareció notable, especialmente en el caso de algunas ex futbolistas que estaban más cerca de los 60 años que de los 50.

Imagino que fueron pioneras. Y que sirvieron de ejemplo a otras mujeres que también disputaron el pretendido choque de las leyendas como la recién retirada Laure Georges, ex del Paris Saint Germain y del Bayern de Múnich, y Sandrine Brétigny, aún en activo en el Marsella.

En el equipo internacional, mucho menos numeroso en componentes, había ex mundialistas como la canadiense Karina Leblanc, la estadounidense Kristine Lilly y la holandesa Kirsten van de Ven.

Leblanc, que disputó el pasado Mundial de Canadá 2015 y se retiró a su término, protagonizó alguna que otra atajada de mérito, derrochó simpatía y se explayó ante l@s periodistas con un discurso de lo más interesante.

Escribiré sobre él más adelante, pero avanzo un titular: “Este Mundial ha demostrado que el fútbol no es más un deporte sólo de hombres, es también un deporte de mujeres. Hay que aprovechar este momento de auge para construir algo sólido”.

Entre todas las futbolistas, se colaron también el francés Youri Djordkaeff y el brasileño Sony Anderson, el primero con la selección gala, el segundo con la internacional. No acabé de entender el papel de los dos ex internacionales en un partido de glorias femeninas… Pero quiero pensar que la FIFA intentó usarlos de reclamo y como ejemplo de hombres que no tienen problema en jugar con las mujeres…

Djordkaeff, además de campeón del mundo con Francia en 1998, es lionés de nacimiento. Y Anderson completó la parte más brillante de su carrera en el Olympique Lyonnais entre 1999 y 2003. Son dos futbolistas populares en la zona y, ciertamente, a quienes más reconocían los fans que se acercaron en busca de autógrafos, selfis y espectáculo futbolístico bajo el tremendo calor.

Hubo, por cierto, siete goles: cuatro para el combinado francés y tres para el internacional. Algunos fueron, ciertamente, espectaculares.