Jill Ellis abandona el banco de Estados Unidos tras devolverle el reinado mundial

De Jill Ellis tengo grabadas, además de ciertas palabras que siempre repite en sus discursos, su hiperactividad en la banda cuando dirige y la naturalidad con la que, en plena conferencia de prensa, después de conquistar el reciente Mundial de Francia, rechazó una llamada de su madre que se coló en los micrófonos de la concurrida sala.

“Probablemente, sea mi madre para hablar conmigo por FaceTime», dijo mientras agarraba el teléfono y miraba la pantalla. «Efectivamente, es ella. Seguro que se enoja conmigo porque le colgué», continuó con una sonrisa pícara.

Recupero esta anécdota porque este martes, apenas tres semanas después de haber conquistado su segunda Copa del Mundo de fútbol consecutiva al frente de Estados Unidos, Ellis anunció que en octubre dejará de ser la seleccionadora de la cuatro veces campeona mundial.   

“Entrenar a este equipo y trabajar con estas fantásticas mujeres ha sido el mayor honor de mi carrera. Quiero darles las gracias y alabar su compromiso y pasión para, no sólo ganar campeonatos, sino también para elevar el nivel de este deporte a escala mundial mientras se convertían en un referente para quienes vengan detrás de ellas”, afirmó Ellis en el comunicado que difundió la Federación estadounidense de fútbol.

“Nunca he rehuido el cambio en mi vida y para mí y para mi familia éste es el momento adecuado; es el momento de hacer otra cosa, (más sabiendo que) el plan está trazado para permanecer en la cúspide del fútbol femenino”, añadió.

Una parte de la hinchada estadounidense se quedó en shock al conocer la noticia. Pero la sorpresa fue sólo a medias -su posible renuncia ya planeó durante el pasado Mundial- y, según cuentan ciertos colegas gringos, algunas jugadoras hasta la festejaron.

Pese a sus indudables éxitos, la seria Ellis nunca fue muy apreciada por algunas de sus futbolistas, que cuestionaban sus alineaciones así como los cambios que hacía en los partidos y criticaban su supuesta falta de comunicación con ellas.

Quizá fue en parte eso lo que llevó a la primera entrenadora/entrenador de la historia en levantar dos Copas del Mundo femeninas a no prolongar un año más su contrato, que expiraba este miércoles y contemplaba esa opción, si la Federación estadounidense y ella así lo decidían.

Ellis decidió que no a un año de los Juegos Olímpicos de Tokio, un reto que la podía haber llevado a decidir que sí: nunca ninguna selección ha logrado proclamarse campeona del mundo y olímpica con tan sólo 12 meses de diferencia.

Como en el pasado ciclo olímpico, Estados Unidos lo intentará de nuevo en la cita japonesa de 2020, pero ya sin ella, que entonces contemplará el envite como embajadora.

Ése es el nuevo cargo que, según anunció la Federación estadounidense, Ellis desempeñará durante “al menos un año”.

Y es probable que no envidie a su sustituta/o, que tendrá aun menos tiempo para preparar los Juegos sabiendo que la presión será máxima.

Es posible también que, después de cinco años y a sus 52, Ellis se cansara de sentirla y precipitara su adiós para no enfrentarse de nuevo a la posibilidad del único fracaso que tuvo como seleccionadora de Estados Unidos: la caída frente a Suecia en la final de los Juegos de Río 2016.

Las norteamericanas habían ganado el Mundial de 2015, eran favoritas para hacerse con el oro olímpico al año siguiente y lo vieron volar en los penales frente a las europeas.

La de Río fue, sin duda, la derrota más dolorosa de la carrera de Ellis, cuyas estadísticas como seleccionadora absoluta están al alcance de muy pocos entrenadores: 102 victorias, 18 empates, sólo siete derrotas.

“Aquella caída en los penales estimuló a Ellis para reconstruir el equipo y convertirlo en lo que la mayoría considera el mejor equipo en la historia de este deporte”, recordó la Federación estadounidense en su nota.

En 2014, cuando ella asumió el cargo, Estados Unidos había perdido el reinado del fútbol a manos de Alemania (campeona en 2003 y 2007) y Japón (2011). Ellis, que había emergido de las categorías inferiores y había ejercido de seleccionadora interina por un breve periodo, tomó el mando y en 13 meses devolvió la corona al país al que arribó procedente de Inglaterra en 1981.

Y la mantuvo este verano en Francia, en el Mundial que cambiará la historia de las mujeres en el fútbol, con un expediente impoluto: ni una sola derrota en todo el campeonato, que conquistó frente a Holanda por 2-0.

Ahora, Ellis recoge sus éxitos, dice adiós en lo más alto y pasa un testigo ¿envenenado?

Anaïr Lomba deja el fútbol por un amor no correspondido

Hace días que pienso en Anaïr Lomba y en el extraordinario motivo que la llevó a decidir su retirada del fútbol a los 29 años, una historia de amor no correspondido.

Intento recordar algún caso similar y no lo consigo. Probablemente tenga mala memoria. Quizás, sólo quizás, nunca antes sucedió tal cosa.

No es para nada común que una futbolista profesional, en plenitud competitiva, decida dejar de hacer lo que más le gusta porque no puede jugar en el equipo de sus amores.

Lomba, más conocida como Lombi, lo ha hecho. Quería regresar al Espanyol. En el club blanquiazul no le encontraron hueco. Y ella ha reaccionado precipitando su adiós al fútbol.

La propia Lomba lo contó el pasado 16 de julio en una carta pública que difundió a través de las redes sociales y que enseguida despertó la admiración de miles de personas.

“Hace un tiempo que mi cabeza y mi corazón me piden jugar en casa. Hace un tiempo que pienso que engaño a cualquier equipo que no sea el mío porque siento y muero en blanquiazul. De un tiempo a esta parte es la única idea que tengo en mi cabeza, y mis principios me dicen que tiene que ser así o no será”, dice en uno de los párrafos.

“No quiero engañar a nadie ni dar un porcentaje de mí que no sea el que he dado siempre y no quiero defender un escudo cuando mi corazón late en otro color”, añade la delantera tras anunciar su retirada.

Fuente: Twitter

Imposible tras leer sus argumentos no acordarse de los llamados mercenarios del fútbol, tan comunes en las ligas masculinas.

Imposible también no pensar en las escasas opciones que tienen las mujeres para ser profesionales de este deporte y en los valores que hay que tener para renunciar cuando la puerta está aún abierta.

Más imposible aun no preguntarse cómo el Espanyol ha sido incapaz de reaccionar como club ante semejante declaración. ¡Con lo poco que cuesta quedar bien con un simple tuit desde la cuenta oficial de la entidad!

Porque Lombi ni siquiera es un producto de la buena y prolífica cantera perica. Es una gallega que recaló en el Barcelona a los 13 años, sufrió el tormento del desarraigo y tiempo después retornó a Vigo para hacer historia con El Olivo, el primer club gallego en alcanzar la Primera División femenina en 2011.

En 2014 recaló en el Espanyol y algo que trasciende el juego la hizo amarlo sin condiciones. No importaron las vicisitudes deportivas y físicas que atravesó en su periplo. Tampoco las extrañas circunstancias en las que abandonó el club catalán en 2017. Lombi se enamoró.

“Me fui de un sitio sin querer irme por algo que no dependía de mí y que iba más allá de la dignidad que, considero, debe tener un futbolista. El problema es que ese club nunca se fue de mí, y mi intención siempre ha sido volver”, confiesa la propia Lomba en su carta de despedida.

Este verano, tras dos temporadas en el club “Che” con lesiones y algunos triunfos personales, la delantera gallega quería regresar a su refugio sentimental. Encontró la puerta cerrada y no consideró otra opción. Ella, que se había sobrepuesto a una rotura del cruzado anterior derecho a los 18 años, a otra del cruzado anterior izquierdo a los 26 y a otras cuatro lesiones de consideración durante su carrera, escuchó por fin a su corazón. Y en un gesto insólito, dijo adiós.

La mexicana Charlyn ficha por el Atlético y la exclusiva no interesa a nadie

Aviso para el lector: lo que leerá de entrada en este post es -hasta donde yo sé- una noticia exclusiva, que probablemente encontrará usted en los próximos días en algún diario deportivo o generalista de España. Es hasta posible que algún medio la saque de este blog y la reproduzca como si fuera suya. Es algo habitual en el periodismo.

Y es que quien la protagoniza es Charlyn Corral, la estrella mexicana, que, según pude saber, vestirá la camiseta del Atlético de Madrid la próxima temporada.

Fuentes al corriente de las negociaciones me contaron que la segunda máxima goleadora de la liga española la pasada temporada y pichichi de la anterior campaña abandonará el Levante y el próximo curso reforzará al vigente campeón de la liga española. El acuerdo está ya cerrado y sólo espera oficialización.

La noticia no es menor. Afecta al equipo más poderoso del fútbol español y a la jugadora que, en las últimas temporadas, rivalizó con Jennifer Hermoso por el título de máxima realizadora del campeonato. Charlyn, como se la conoce, es, además, la futbolista mexicana más talentosa y popular de su país y la líder de su selección.

Fuente: Instagram de Luis García

Podría dar unos cuantos más datos sobre ella para contextualizarla. Pero, como esto no es un diario, me abstengo. En realidad, escribo este post para hablar de otra cosa que me parece tan importante como la noticia: que en España no le interesó a ningún medio.

Cuando digo ninguno, me refiero -para ser precisa- a dos grandes diarios deportivos y a otros dos grandes generalistas, los tres que me dijeron no, uno tras otro, y un cuarto que aún no contestó. Después, me cansé. Y, como además intuí que la respuesta sería siempre la misma, decidí publicar la exclusiva en mi blog para que quede constancia y, sobre todo, para hacer un par de reflexiones que extraje del episodio.

La primera es obvia: el fútbol jugado por mujeres interesa lo que interesa, que es más bien poco, por más que ahora todo el mundo abrace el discurso de la igualdad y hable del buen papel de la selección española en el Mundial de Francia.

Coincido con mi gran colega Sebastián Fest en que en todo esto del llamado fútbol femenino (¿?) hay mucho postureo, mucho de no quedar al margen de una moda políticamente correcta y que, además, ofrece oportunidades de negocio.

Lo pensaba antes de aterrizar en París para cubrir mi primer Mundial femenino y lo sostengo, con más argumentos, ahora que el campeonato ya está en su ecuador. Basta hacer un recorrido por los diarios y ver dónde aparece Francia 2019, cuando aparece.

La segunda no es, en realidad, una reflexión sino otra constatación agravada por esta particular experiencia: la desvergüenza en los medios españoles sobrepasó todo límite.

¿Por qué? Y porque ya no tienen ningún reparo en responder que no compran notas a periodistas freelance porque no quieren pagar y, de hecho, no pagan las colaboraciones. Tal cual lo lee.

En la cúpula de los diarios españoles -y no me refiero precisamente a los más modestos- hay personas muy bien remuneradas que consideran que el trabajo ajeno no debe ser pagado; que los periodistas autónomos, cada vez más numerosos, deben regalar su trabajo y, además, dar gracias por el detalle de que se lo publiquen.

De no creer. Y sin embargo, sucede ya sin ningún tipo de disimulo, como si hubiéramos vuelto al medioevo o a los tiempos en los que la esclavitud era norma. En España, se abolió oficialmente entre 1880 y 1888. Eche cuentas.

Y, de paso, intente encontrar argumentos de un mínimo peso para explicar semejante aberración. Yo soy incapaz de encontrar ni uno solo. Como tampoco encuentro los motivos que pueden llevar a un/a periodista a regalar lo que produce, como si su trabajo no tuviera ningún valor o no le hubiera dedicado esfuerzo y tiempo.

Pero así estamos y así nos va. Extráñese usted de que el periodismo y los medios en España, lejos de salir de la crisis, la profundicen cada día un poco más.

Selección española: el balón en otro tejado

De todas las declaraciones que escuché tras la eliminación de la selección española en los octavos de final del Mundial femenino de fútbol, me quedo con las de Jill Ellis, la entrenadora estadounidense: “España es un buen equipo. Si ustedes vieron sus partidos de clasificación y sus amistosos, dominaron siempre el balón. Sabíamos que iba a ser un partido difícil, el más complicado de todos los octavos. Y así ha sido”.

Las palabras de la experta seleccionadora norteamericana evidencian el largo trecho recorrido por las futbolistas españolas en apenas cuatro años, los que pasaron desde el pasado Mundial de Canadá.

Un poco más de inversión y una mejora en sus condiciones de trabajo -que siguen estando lejos de ser ideales- han sido suficientes en este tiempo para que las pupilas de Jorge Vilda le plantaran cara a la tricampeona Estados Unidos, que se impuso por 2-1 porque es claramente superior, pero también porque tuvo dos penales a favor, uno de ellos claramente cuestionable.

Ellis saldó la controversia con un recurrido “el fútbol tiene estas cosas” y prefirió no abundar en una polémica a la que tampoco se agarraron las jugadoras españolas, pese a su evidente decepción.

Es algo que las honra y que las distingue en un país tendente a explicar las derrotas por las decisiones arbitrales. No es un cambio menor asumir los errores propios para seguir creciendo.

Claro que no les bastará con eso. Necesitarán también que quienes tienen los medios para hacer crecer el fútbol entre las mujeres confirmen la solidez de su apuesta con más recursos y mayor visibilidad.

Si la Federación, los clubes y los patrocinadores no dotan a las futbolistas de los recursos que precisan (salarios, instalaciones, preparadores) para que puedan dedicarse exclusivamente a su deporte sin necesidad de combinarlo con otros trabajos, el llamado fútbol femenino (¿?) español difícilmente podrá aspirar a instalarse en la élite.

El voluntarismo y la competitividad sirven durante un tiempo y permiten llegar a determinadas instancias; rara vez superarlas cuando los rivales tienen más y mejor de todo en su rutina diaria.

La materia prima está, es evidente. Sólo hay que mirar a las futbolistas más jóvenes, campeonas del mundo sub-17 y de Europa sub-19.

Ellas tuvieron la fortuna de criarse en un fútbol más diverso, con menos apellidos de género y más referentes femeninos en los que proyectarse. Y eso tiene su efecto.

La generación que ahora asume la responsabilidad y la exigencia de representar a la selección española en categoría absoluta tuvo que batallar bastante más. Y en ello sigue, mientras alcanza objetivos inimaginables hace apenas unos meses.

Su gran rendimiento ante Estados Unidos tras su histórica clasificación para octavos no hizo sino confirmar que las deportistas españolas son tremendamente competitivas incluso en inferioridad de condiciones.

Cumplieron con la parte que les correspondía. El balón está a partir de mañana en el tejado de quienes ahora sacan pecho gracias a un logro que les corresponde casi exclusivamente a ellas.

Argentina-Escocia, un partido para enganchar a nuev@s adept@s

Concluye el Argentina-Escocia y pienso en las cuatro veinteañeras que viajaban a mi lado en el metro de París camino al Parque de los Príncipes. Espero que con lo que han visto esta noche en la cancha del Paris Saint Germain (PSG) se acaben enganchando definitivamente al fútbol, también cuando lo juegan mujeres.

Antes de que argentinas y escocesas empatasen 3-3 en un choque vibrante, cargado de emoción y con un final de infarto, las había oído decir que no eran muy aficionadas al fútbol, así, sin género, que venían al partido para aprovechar la oportunidad de vivir en primera persona un Mundial.

Hablaban de la selección francesa, a la que habían visto ganar con solvencia sus dos primeros duelos del campeonato frente a Corea del Sur y Noruega. Apenas conocían a las jugadoras galas, confesaban tres de ellas. Pero todas identificaban a Amandine Henry, la capitana de las Bleues.

“Cobra 5.000 euros al mes”, comentó una de ellas admirada. “No, no creo que cobre eso. Me parece mucho. Serán 3.000 euros como mucho”, le replicó su amiga, no sé si porque le pareció un salario muy alto en general o porque consideró que los equipos femeninos no pueden pagar esas cifras.

La mayoría, efectivamente, no lo hace. Pero Henry juega en el todopoderoso Olympique de Lyon, el club que, junto al PSG, mejor remunera a sus jugadoras en Francia: los salarios oscilan entre los 5.000 y los 10.000 euros.

“Bueno, yo voy a apostar al resultado del partido, a ver si al final del Mundial me gano unos euros”, dijo la más alta y habladora del grupo antes de agarrar su móvil y colocar un 1-0 a favor de Argentina. “Nada, pongo cinco euros por todo y listo; es divertido. Al final del Mundial, veré qué saco”, añadió.

Ni la locuaz apostadora ni la cuarta componente del grupo iban al partido. Al llegar a la parada del Parc des Princes desearon a sus otras dos amigas que se divirtieran y siguieron su camino en el metro.

Lástima. Se perdieron un gran partido. El mejor de las argentinas en esta fase de grupos que aún no saben si tendrá premio para ellas. Su pase a la siguiente ronda depende de lo que suceda en los enfrentamientos de este jueves.

Pero ayer no faltó de nada en un duelo que los dos equipos debían ganar si querían citarse con la historia en octavos de final. Escocia disputa su primer Mundial en Francia 2018. Argentina, el tercero. Pero las sudamericanas lograron su boleto para Francia 2019 en la repesca, después de enfrentarse a su federación, la popular AFA, por los escasísimos recursos que les dedicaba. Durante dos años (2015-2017), no jugaron ni un solo partido internacional.

No se notó ayer en el estadio parisino, donde hubo, además de seis goles (3-3) y un juego por momentos notable, pasión, tensión, suspense, un penal sobre la hora señalado por el VAR y lanzado dos veces, emoción desbordante, remontada y un final abrupto cuando al duelo aún le quedaba vida.

La juez lo mató en su punto álgido, sin agregar los minutos que se habían perdido en el añadido con la repetición del penal. Nadie entendió su decisión. Las que menos las futbolistas, que permanecieron en la cancha durante minutos sin saber qué hacer.

Las argentinas, lanzadas, se veían capaces de culminar su increíble remontada en esos minutos extra que en el fútbol no son de la basura. El público -había 28.205 espectadores en la cancha- estaba de su lado y su moral, por las nubes, después de haber neutralizado un 3-0 en 20 minutos.

“Me quedo con un sabor amargo porque, si duraba un poquito más, no sé si lo ganamos…”, dijo, lacónico, Carlos Borrello, el seleccionador argentino.

Las escocesas estaban hundidas. Y aun así querían esos minutos de más para buscar a la desesperada lo que habían dejado escapar en un final de partido sorprendente.

Durante una hora, con tremenda efectividad, las pupilas de Shelley Kerr habían convertido en gol casi todas su ocasiones: tres. Argentina parecía muerta. Era sólo una falsa impresión.

La entrada a la cancha de una adolescente de 17 años de nombre Dalila Ippolito y de una chica de 22 llamada Milagros Menéndez revolucionó el ataque albiceleste. Las dos debutaban en éste y en cualquier Mundial. Jugaron sin miedo y resultaron decisivas.

“Traté de plasmar acá lo que hacía en el barrio. La verdad, me sentí en el potrero y nada más lindo que eso. Me sentí, suelta, muy suelta”, explicó después Ippolito, que asistió a Menéndez en el primer gol de Argentina.

“Nunca perdí la fe ni la esperanza de que el partido se podía sacar adelante. Faltaban 20 minutos y el gol puede entrar en cualquier momento. Entré y traté de subirles las ganas a las chicas que anímicamente estaban un poco bajón porque eran tres goles, capaz dos injustos, de pelota parada, pero traté de alentar al equipo para que sigamos yendo para adelante”, continuó la menuda y descarada joven, que con sus brazos también pedía a la hinchada que no dejara de animar.

“Mi papá me había dicho ‘hija, pido diez minutos de gloria’. Le dije que estaba difícil porque había jugadoras de muy buen nivel, pero Carlos me dio la oportunidad y pude convertir un gol en un Mundial que, te juro, no me lo voy a olvidar nunca más en mi vida”, contó luego Menéndez, que un par de días antes se había visto en sueños marcando un gol, pero de otra factura.

El segundo tanto de la Albiceleste fue un disparo de Florencia Bonsegundo desde la frontal del área que dio en el travesaño, rebotó en la portera escocesa y sobrepasó la línea. La FIFA se lo atribuyó en propio arco a Lee Alexander, pero el mérito fue, sin duda, de la centrocampista argentina, que exhibió todo su coraje en el penal que firmó el 3-3.

Llegó ya en el tiempo añadido, después de que la sala de videoarbitraje (VAR) se tomara varios minutos para decirle a la colegiada que revisara la jugada. Ésta alargó el suspense por unos minutos más. Finalmente, se corrigió y apuntó a los 11 metros.

Con la grada rugiendo, Bonsegundo asumió la responsabilidad de lanzar la pena. Alexander le adivinó la trayectoria, despejó el balón y la argentina no alcanzó a rematar el rechace de la arquera escocesa.

Las británicas corrieron a felicitar a su compañera sin tener en cuenta que se había movido antes de tiempo. Como viene sucediendo en este campeonato, la colegiada demoró un poco, pero mandó repetir el penal.

Sin dudarlo, Bonsegundo volvió a situarse en el fatídico punto y, esta vez sí, batió a Alexander con un fuerte disparo ligeramente escorado a la derecha.

“Sí, quería tirarlo. Tenía la confianza de mis compañeras. Apenas lo erré, vinieron todas a decirme que dale, que dale”, comentó la goleadora tras el duelo.

“En ese momento, te pasan por la cabeza miles de cosas, pero tuve la revancha enseguida y poder convertirlo me ha dado una alegría inmensa y una relajación increíble”, continuó.

El marcador enseñó el 3-3. Por primera vez en la historia de los Mundiales femeninos, un equipo era capaz de revertir un 3-0 en contra e igualar el partido. La hinchada argentina, incansable siempre, desató toda su euforia.

A mi lado, una periodista inglesa se llevaba las manos a la cabeza. Le tocaba rehacer su crónica para The Guardian a velocidad de vértigo. No daba crédito a semejante desenlace.

Yo no volví a ver a las chicas del metro. Pero no tengo ninguna duda de que, como les habían deseado sus amigas, se divirtieron de lo lindo con el espectáculo de estas mujeres. Creo que el fútbol, sin ningún tipo de apellido, ganó como poco dos hinchas más.